Hay pocos alimentos en el mundo que se asocien de igual forma a la pasión y el disfrute como el chocolate. Desde que a finales del siglo XVII se introdujera en los hogares de media Europa en su forma más refinada, se ha convertido en el alma de la repostería. No es de extrañar que a su alrededor se haya construido toda una mitología y un mundo tan complejo como por ejemplo puede ser el del vino.
Un ejemplo de todo esto lo podemos encontrar en la novela Chocolat, de Joanne Harris, publicada en 1990 y que logró un gran éxito internacional, sobre todo tras la adaptación a la gran pantalla que recibió en el año 2000, protagonizada por Juliette Binoche y Johnny Depp y que llegó a ser nominada a 5 premios Oscar.
Chocolat nos transporta a un pequeño pueblo francés, donde llega la hermosa Vianne Rocher junto con su hija Anouk. Juntas abren una chocolatería, La Céleste Praline. En realidad, Vianne es una bruja -o algo parecido-, que domina, igual que el resto de las mujeres de su familia, una curiosa magia doméstica. A través del chocolate y la cocina se hace un hueco en la cerrada sociedad de Lansquenet-sous-Tannes y prepara un Gran Festival del Chocolate que se convierte en un evento inolvidable.
No entraremos en muchos más detalles para no destripar por completo la historia, pero lo interesante es cómo a través del chocolate logra despertar en las gentes de este pequeño pueblo la pasión por la vida, incluso por el pecado, cambiando por completo a la población a partir de su pequeño establecimiento. Placer, amor y tolerancia son las bases de Chocolat.

Y es que el chocolate es una verdadera joya gastronómica. Quizá los dulces creados en La Céleste Praline fueran, quizá, tan elegantes como los que Pierre Marcolini, nombrado como mejor pastelero del mundo, lleva preparando desde el año 2000. Pequeñas formas geométricas y una boutique exclusiva con creaciones que superan los 100 euros.
O tal vez, algunas de sus creaciones fueran tan exquisitas y decadentes como las que la marca suiza Delafée ofrece desde 2004. Trufas especiales con chocolate único que luego bañan en oro comestible. Si hay algo pecaminoso en el chocolate, desde luego que estas creaciones, casi a precio de joyería, lo tendrían todo.
Pero si se pareciera a alguien real, creo que el chocolate de Vianne Rocher sería más parecido a las creaciones de Valrhona, una de las chocolaterías en activo más antiguas del mundo. ¿Su secreto? La materia prima, un chocolate excelente, de primera calidad, que venden en grandes tabletas a los mejores pasteleros del mundo. Como la propia Vianne.