La idea de La Central nació tras la experiencia del proyecto Tándem Gastronómico, una asesoría gastronómica que lleva más de tres años ayudando a restaurantes en los que suele imperar un denominador común: cuentan con una cocina de dimensiones reducidas. «Son locales pequeños en los que se le da mucha prioridad a la cocina salada y la sala, que es lo normal. Por lo que el espacio para producir postres se ve muy reducido o es casi inexistente, a raíz de esto la figura del pastelero también desaparece». Quien nos explica la razón de ser de La Central es Carito Lourenço, que junto a Julia Ascanio trabaja con ilusión en esta nueva aventura que busca aportar soluciones dulces al panorama gastronómico actual.

«Cuando en el asesoramiento tratábamos de plasmar postres diferentes con recetas súper sencillas para que se pudieran hacer fácilmente y con los elementos que tenían nos encontrábamos que lo salado lo reproducen súper bien y lo dulce cuesta muchísimo. Entonces se genera mucha merma, frustración también, pérdida de tiempo… y entonces el cliente lo nota y deja de consumir postre». El equipo de Tándem se dio cuenta de ese gran problema que llevaba a relacionar los postres con un paso empalagoso, indigesto e industrial. Con la idea de romper el estigma e influenciados por la tradición dulce de sus países de origen -Argentina y Venezuela- dieron con un nicho de mercado realmente interesante, ayudar tanto al restaurante en su labor como al cliente, que merece un cierre de la experiencia gastronómica a la altura del resto del menú.

«Al implementar las recetas de postres una semana estaban buenísimas y a la siguiente eran totalmente diferentes. Los dueños de los restaurantes nos decían ‘¿tú no me lo puedes hacer?, ¿tú no me lo puedes hacer?’ y al final, de tanto decirlo que terminamos haciéndolos y montando La Central, con la idea de producir postres para restaurantes caseros de manera casera y artesanal con muy buenas materias primas. Casi igual que si lo hicieran en el restaurante pero con la ventaja de no tener que invertir ni tener merma porque una receta se corta o sobra».
Tanto la venezolana Julia Ascanio -experimentada pastelera obsesionada con los bizcochos y las cremas- como Carito, se muestran felices con el rápido despegue de su proyecto que ofrece a hosteleros y particulares una pastelería fresca, honesta y sincera. «La gente lo necesitaba. Trabajamos una línea que adapta los sabores y los formatos al resto de la carta del restaurante, vamos muy en la línea de lo que tienen en el menú salado». La marca de La Central de Postres es tal que son varios los restaurantes que se enorgullecen de la procedencia de sus postres, llegando a indicarlo públicamente. «Para sorpresa nuestra, que no es lo que buscábamos, lo están poniendo en carta y lo están comentando. Mejor, muestra que hay un sello de calidad detrás y poco a poco nos convertimos en referente del dulce».

Dulces que hacen terminar la comida con un buen sabor de boca, sin empalagar ni opacar al resto de productos degustados. Postres que, por suerte, también pueden disfrutar los particulares que acuden a comprar directamente en el local. Tartas personalizadas y sugerentes combinaciones como zanahoria con mousse de queso, frutos rojos, dulce de leche, o sablé con vainilla, en tamaño grande o en prácticos formatos individuales que permiten probar distintos sabores, como su exitosa tarta de calabaza con chocolate o la casi pecaminosa tarta con cookies artesanas. Texturas, sabores e intensidades en equilibrio a través de bizcochos y cremas trabajadas con cariño y sin exceso de azúcar.