Cristóbal Colón fue el primero en traer el fruto del cacao a Europa. Entre los exóticos presentes de su paso por América, se encontraba una amarga bebida de color parduzco. Se trataba del Xoco-atl (‘xoco’ equivale a amargo y ‘atl’ a agua) y se condimentaba con pimienta y chile, entre otros ingredientes. No gustó demasiado a los Reyes Católicos, pero, años más tarde, cuando Hernán Cortés volvió a ofrecer el hallazgo a la corte española, esta vez endulzada con azúcar y miel, sucedió el flechazo (el primer chocolate que se elaboró en Europa fue en el Monasterio de Piedra, en Zaragoza). El conquistador español había quedado maravillado con las propiedades nutritivas del alimento, que permitía a sus tropas permanecer plenas de energía durante toda una jornada sin necesidad de comer otra cosa. La misteriosa vaina, de aspecto un tanto alienígena, que crecía salvaje en las zonas más sombrías de la selva amazónica y el Orinoco, era reverenciada por las culturas precolombinas. Asociaban propiedades energizantes, curativas e incluso mágicas y aseguraban que había sido un regalo del gran dios Quetzalcóatl, la serpiente emplumada, a los humanos. Los sacerdotes tomaban el brebaje en sus rituales sagrados, servido en vasos de oro, las clases dirigentes gozaban de sus propiedades afrodisíacas y sus semillas se servían como ofrenda a los dioses. El Theobroma Cacao (en griego significa ‘bebida de dioses’) se ha apodado en múltiples ocasiones como el oro marrón, de hecho, incluso se usaba como moneda de cambio en América Central y del Sur, hasta la llegada del peso español con la conquista del Nuevo Mundo. Miles de años de historia contemplan al fruto, cuyo calado en Europa fue incalculable. Los médicos recomendaban su ingesta para múltiples males, como la tuberculosis, la melancolía o el mal de amores.

A lo mejor, el capricho calórico no es más que un placebo, pero ya se sabe que ‘a nadie le amarga un dulce’, especialmente, si es un dulce como el Chuao, de la chocolatería toscana Amadei. Hecho con habas de la región venezolana de mismo nombre y considerado uno de los mejores chocolates por cocineros como Pierre Hermé o Ferran Adrià. También parecen probadas las propiedades estimulantes de la teobromina, o que sus flavonoides ayudan a reducir el riesgo de enfermedades cardiovasculares, además de ser antioxidantes, que libera endorfinas, reduce los niveles de estrés, y la feniletilamina de sus componentes desencadena factores químicos parecidos al enamoramiento. Además es delicioso, para los escépticos que crean que las otras no son más que pobres excusas para acallar la sabiduría popular.
Dicen los connoisseurs en la materia que un buen chocolate se reconoce con los cinco sentidos: con la vista se comprueba que tenga un color uniforme y brillante, con el tacto se aprecia la textura lisa y suave, con el oído se percibe un ruido seco y corto al romperse, con el olfato se deben apreciar los centenares de matices olfativos y con el gusto… Pues con el gusto, al gusto de cada uno. Y es que hay cientos de variedades. Desde opciones para auténticos puristas hasta ofertas más comerciales, como el chocolate blanco, que muchos profesionales del sector ni siquiera consideran chocolate per se.

Los remordimientos por dejar que una onza de este adictivo placer se derrita en la boca deberían de ser nulos. Se cuenta que Napoleón siempre llevaba un trozo en sus bolsillos, que Goethe no emprendía ninguna de sus aventuras sin unas buenas cantidades de cacao. Y… ¿la escalofriante escena de la ducha de Psicosis donde Marion Crane es cosida a cuchilladas por Norman Bates? ¿La sangre espesa que corre despacio por la bañera? Sirope de chocolate. ¿A que ahora ya no existirán tantos reparos, no sólo en revisionar esta cinta maestra, sino también este dulce? ¡A por las tabletas!
Oriol Balaguer
Uno de los reposteros más reputados de nuestro país, recuerda ver a su padre hacer figuras en chocolate y reconoce que ha nacido para esto, «aparte de mi hobby, es mi pasión, mi mundo». No te pierdas sus últimas creaciones en formato cacao.

Pancracio
Siempre hay una excusa para tener un affaire dulce y probar un nuevo cacao. Y, para adentrarse en esta aventura achocolatada sin sentimiento de culpa, nada como hacerlo de la mano de Pancracio. Con sabor a mar, afrutados, crujientes, más gourmet… En su tienda de Cádiz, los chocolates cobran protagonismo desde las estanterías luciendo sus mejores tonalidades y texturas como si de un traje de gala se tratase. Si no puedes acercarte hasta este enclave, la web se convertirá en tu mejor amiga.
- José del Toro, 2, Cádiz.
Tel. 956 22 02 64

Mast Brothers
Llevan barba, tatuajes y su tienda en Nueva York parece una botica. Para averiguar cómo es su fábrica chocolatera y cómo preparan su elaboración artesana, pincha a continuación en el siguiente enlace y saborea virtualmente sus tabletas que todo fashionista gourmet anhela: ‘Maestros chocolateros’

Chök
Los auténticos forofos del chocolate tienen un nuevo punto de peregrinaje: Chök y, en él, las pulsaciones de cualquier corazón chocolatero se disparan. Ubicado en un pequeño local modernista, es un espacio en el que el chocolate es el absoluto protagonista. Gajos de naranja, piruletas, patatas chips, manzanas, rosquillas… Todos cubiertos de chocolate.
- Carme, 3.
Tel. 933 04 23 60.


La Trufería
Para adictos al chocolate en su versión más coqueta, La Trufería es su templo al que acudir. ¿La estrella del local? La trufa artesana. Manjares de un bocado que preparan sus artífices, Edi y Ana, a diario en su taller de Navalcarnero con las mejores materias primas. De wasabi, fruta de la pasión, miel, con chocolate belga...
- Manuela Malasaña, 29, Madrid.
Tel. 911 56 35 33

La Xocolatería
Aquí, el único límite es tu imaginación. Firmada por Oriol Balaguer y con aires de antiguo obrador y confitería, La Xocolatería hará las delicias de los más golosos. Ofrece la posibilidad de diseñar tus propias tabletas de chocolate, tomarte un helado personalizado con diversos toppings, un gofre, un cucurucho abarrotado de churros, un croissant relleno, un pastel, un bombón, una taza de cacao negro, con leche o blanco…
- Fusina, 5, Barcelona.
Tel. 933 48 52 67
