La primera generación levantó la persiana de una panadería allá por la década de los cincuenta. La segunda puso en marcha una pastelería, Le Perle, en 1976 tras haber continuado con el negocio panadero hacía más de una década. Casi a las puertas del siglo XXI, en el año 1987, dos hermanos que habían crecido entre el delicioso olor a pan, el dulce sabor a pasteles y la increíble textura de croissants recién hechos, decidieron dedicarse al chocolate desde un pequeño taller llamado L’Artigiano, “El Artesano” en nuestro idioma.
La tradición más purista marcaba que el chocolate debía ser puro, con leche, quizás con algún fruto seco y con formas que no iban más allá de las clásicas tabletas, los bombones o los huevos de Pascua, pero para los hermanos Gardini aquello sabía a poco y el estudio de la materia prima se convirtió en prioridad.

Así, con el objetivo de ofrecer mucho más que simple chocolate, esta pareja de hermanos artesanos ha creado en su taller de Forlì, en la región italiana de Emilia-Romaña, un sinfín de combinaciones chocolateras que a más de uno dejan sin palabras.
Increíbles creaciones que mezclan cacaos latinoamericanos de las más altas calidades con otras materias primas que pueden ir desde los vinos locales Sangiovese y Albana Passito hasta el queso también regional Formaggio di Fossa pasando por el aceite Brisighello o la sal dulce de Cervia. ¿Todo eso con chocolate? Sí, todo eso en bombones, tabletas o cremas de chocolate.
Un trabajo bien hecho, en el que el modo de elaboración artesanal se lleva por bandera y la innovación y experimentación se tienen casi por obligación dan como resultado productos únicos como los que los hermanos Gardini venden desde su pequeño taller a todo el mundo. El chocolate nunca había sido tan italiano.