Helsingborg es una ciudad de tamaño medio situado en el extremo sur de Suecia, siendo la localidad más cercana a su país vecino, Dinamarca. Se trata de una de las localidades suecas más antiguas y, por lo tanto, un lugar con mucha historia, aunque una nueva se ha empezado a escribir desde mediados de 2014.
Porque fue en ese año en el que Marcus Hjalmarsson, fundador y maestro cervecero de Brewski, puso en marcha su particular proyecto. Marcus ya había descubierto el mundo de las cervezas artesanales a mediados de los 90 en Canadá pero nunca se había propuesto dedicarse profesionalmente a este sector.
La suya no es la típica historia de un aficionado cervecero que se pasa años experimentando como homebrewer, perfeccionando recetas, antes de dar el salto a la escena craft. Marcus, no. Prefirió ahorrar, dedicarse a estudiar conceptos y libros sobre química y fabricación cervecera, y no elaboró su primera birra hasta tener montada su cervecera ya entrado en la treintena.
Y el resultado no podría ser más satisfactorio pues las cervezas de Brewski rápidamente comenzaron a adquirir una gran fama, no sólo en su país de origen, sino también en el resto de Europa e incluso Estados Unidos. Una cervecería que desde los comienzos ha apostado por la experimentación con diferentes lúpulos, pero sobre todo frutas, creando algunas de las IPAs afrutadas de mayor calidad del mercado.
Muchas de ellas se pueden probar en el festival organizado por Brewski que tiene lugar a finales de agosto cada año en la propia ciudad de Helsingborg. En poco tiempo, el Brewskival se ha convertido en el mayor evento cervecero del país escandinavo, y este año se espera que algo más de un centenar de cerveceras acudan a la llamada de Hjalmarsson, con más de una treintena procedente del continente americano, lo que demuestra el tirón de la marca al otro lado del charco.
El propio Marcus describe Brewski como una cervecería alejada de lo estándar, una marca que quiere explorar y establecer nuevos límites. En sus propias palabras, que una cerveza no se haya hecho antes no significa que no se pueda hacer, simplemente que a nadie se le ha ocurrido o nadie se ha atrevido. Según el fundador de la marca, su éxito se basa en dos principios: el uso de la más avanzada tecnología y la extrema limpieza de la fábrica, procurando que el proceso de fabricación sea impoluto sin ningún tipo de contaminación que pueda alterar los sabores o aromas de sus cervezas.
Mangofeber DIPA, la cerveza perfecta según Brewski
Además, Hjalmarsson se define a sí mismo como un perfeccionista que jamás está satisfecho al 100% con sus recetas, de hecho, es fácil que cambie esas recetas decenas de veces hasta conseguir el sabor y el aroma deseados. No considera que ninguna de sus cervezas esté acabada del todo pues en cada lote sigue introduciendo nuevas mejoras para intentar encontrar la birra perfecta.
Pero hay una excepción que confirma la regla, la única cerveza suya que Marcus considera completa, su auténtica seña de identidad y en la que ha logrado plasmar toda su personalidad: la Mangofeber DIPA es la única referencia de Brewski que su propio creador considerada terminada del todo.
Se trata de una de las muchas cervezas disponibles dentro de la gama Feber en la que juegan con diferentes frutas tropicales para darle un punto de dulzor que contrarreste el amargor proporcionado por la ingente cantidad de lúpulo empleado. En este caso, hablamos de una Imperial IPA o Doble IPA, como se prefiera, en la que destaca la presencia de mango para intentar equilibrar el uso de lúpulos americanos como son Amarillo y Mosaic.
A pesar de ser una cerveza afrutada, estamos ante un auténtico cervezón muy intenso y con mucho cuerpo en el que además de mango percibimos las típicas notas resinosas, herbales y cítricas tan características de las India Pale Ale americanas. De color anaranjado y espuma blanca, su graduación alcohólica se va hasta el 8% mientras que cuenta con unos nada desdeñables 75 IBUs. Que el mango dibujado en su etiqueta no te lleve a engaño, no es una cerveza para principiantes.