Una o dos semanas después de la celebración de la Semana Santa, tan sentida por las gentes de la capital andaluza y el resto de la comunidad, llega el momento de la Feria de Abril. El recinto ferial del barrio de Los Remedios se engalana para convertirse en una singular ciudad poblada por centenares de casetas, carruajes y atracciones, con un trasiego constante de mujeres flamencas y hombres con el tradicional traje de corto.
Entre los miles de farolillos de colores, lunares y flamenco de la feria más importante de Andalucía, buscando la gastronomía más típica, las copitas no pueden faltar en nuestra mano. Porque en las arenosas calles del real se baila, se ríe, se disfruta, se ama y, por supuesto, se come la mar de bien. Y también se bebe.
El pescaíto frito, el rey entre reyes
Efectivamente, el pescaíto frito no falta en la Feria de Abril de Sevilla. Este es uno de los platos emblema de la cocina andaluza y en la feria de su capital un plato más que imprescindible. Tanto que hasta tiene su propio día o, más concretamente, su propia noche. Tradicionalmente celebrada el lunes del alumbrao, la conocida como «cena del pescaíto» se lleva a cabo en la misma noche que arranca la fiesta, en la madrugada entre el sábado y el domingo.

Durante este día en especial, aunque también durante el resto de la feria tanto en casetas como en bares de la ciudad de Sevilla, pescados pequeños y poco espinosos como el salmonete, el boquerón, el chanquete, la sardinilla o la pijota son rebozados en harina de almorta o trigo, fritos en buen aceite de oliva y espolvoreados con sal. Sin más, el plato rey de estas fiestas primaverales sevillanas está listo para degustar.
Un sinfín de tapas y montaítos
Al margen del monarca marino de esta gozosa celebración, que habitualmente es servido en forma de tapas, otros platillos con su misma condición son los protagonistas de casetas de la feria y restaurantes de toda la ciudad. Porque si no se puede comer, con todas las letras, en mesa, al menos picamos entre sevillana y sevillana.
Son imprescindibles las raciones de buen jamón ibérico, con esa grasa infiltrada que se deshace en la boca. También una buena muestra de cachinas, de nuevo ibéricas. Se dan cita también los quesos, habitualmente curados o semicurados, que se pueden coger mejor con las manos. Sin olvidarnos de bocados de la costa onubense y gaditana, como son los langostinos de Sanlúcar de Barrameda o las gambas de Huelva.

Platos que, sobra decirlo, pueden también degustarse a lo grande. Como se hace con los revueltos de no pocos ingredientes que podremos degustar o con los pimientos fritos, servidos para componer una más generosa comida o cena.
Tortillas, gazpacho, salmorejo…
Podríamos enmarcar estas elaboraciones en el apartado dedicado a algunas de las tapas que degustamos estos días primaverales, pero merecen una mención aparte que les otorgue mayor protagonismo. Por tanto placer proporcionado, ¿qué menos se les puede dar?
Vamos a empezar por otro clásico: la tortilla de patatas. Un plato estrella de la cocina española, con permiso de la paella, que posee un sabor inigualable. Cada maestrillo tiene su librillo, eso no se niega, pero si la tortilla está en ese punto en el que conserva cierta jugosidad, sin estar completamente seca, el gustazo de degustarla es superior.

Luego puede llegar una tortillita de camarones, perfectamente dorada, finísima, sin apenas presencia de aceite y deliciosamente crujiente; un gazpacho andaluz que tomar cuando el sol más aprieta, al mediodía, para resucitar tras una mañana de paseo; y un salmorejo, su competencia directa, que bien puede servir para alternar en el almuerzo durante los días que dura la feria.
Cocidos y guiso andaluces en la mesa
Aunque para ponerse finos nada mejor que sentarte, coger cuchara, tenedor y cuchillo preparándose para llenar el buche con todas las de la ley con uno de los muchos guisos y cocidos andaluces que las casetas cocinan. Algunas, además, con «guiso del día».

Nos podremos encontrar con unos garbanzos con bacalao, un plato que trasciende la Cuaresma y la Semana Santa para instalarse también en el real. También la típica caldereta, que puede contener novillo, codorniz o venado, entre otros ingredientes principales, según la receta. De igual modo pueden servirnos un platazo de papas con chocos, de chuparse los dedos, o un tradicional estofado andaluz de carne.
La manzanilla, el fino o el rebujito que no falten
En la tarde especialmente, aunque a cualquier hora, no se olvida que los líquidos importan y que hidratarse, aunque no sea con agua, es importante. Siempre con responsabilidad, no hace falta decirlo, por nuestra salud y nuestro propio bien.
A la hora de comer durante el mediodía o durante la cena tendremos a nuestra disposición un buen surtido de vinos, sobre todo caldos tintos y blancos de la zona, pero en cualquier hora las copas y vasos que triunfan son los de manzanilla, finos de Jerez o el popular rebujito.

El primero es un vino blanco y seco, hecho de uvas de la variedad palomino, que se envejece bajo una capa de levaduras que recibe el nombre de velo de flor. Es tan propio, tan representativo, porque sólo se cría en las bodegas de la cercana ciudad gaditana de Sanlúcar de Barrameda. Los finos, no hace falta aclararlo, se hacen en las regiones vitivinícolas del Marco de Jerez y Montilla-Moriles. Es un vino generoso, seco también y muy aromático. El rebujito es, a la postre, la mezcla de un vino manzanilla o fino con un refresco de gaseosa sabor lima-limón o hierbabuena. Un combinado para los más jóvenes que alegra a cualquiera.
Buñuelos, porras o churros con chocolate para rematar
Para terminar una visita gastronómica a la Feria de Abril de Sevilla, aunque no sólo comamos, qué mejor que unos placenteros buñuelos, porras o churros con chocolate. Uno de los mejores finales que se les puede dar a estas fiestas y la puntilla tras un buen rato de jarana, bailoteos y jolgorios.

Como en otras fiestas españolas, el tándem formado por estas frutas de sartén y la espesa pasta hecha con cacao entran fenomenal en cualquier momento, pero muy especialmente bien entrada la noche, de madrugada o al amanecer, cuando el silencio debería reinar. Hayamos dormido o no.