En la comarca barcelonesa del Lluçanès, muy cerca del pantano de la Gavarresa y rodeada de bosques de pinos salgareños y silvestres encontramos una explotación agrícola y ganadera donde unas vacas de la raza frisona nacen, viven y hacen posible la elaboración de los quesos de pagès que toman prestado el nombre de la finca, Reixagó.
Y entre sus quesos de pasta blanda y curada, elaborados todos de forma artesanal con leche cruda recién extraída, destaca uno en especial, uno que en catalán llamarían tou, uno que tiene nombre de santo y uno que muy poco tiene que envidiar a grandes cremosos como los franceses; uno llamado Sant Ignasi.
Este blando de coagulación láctica, con una fina corteza natural de color blanco roto, estriada y ligeramente aterciopelada, es uno de esos quesos suaves, untuosos, de salinidad precisa que en este caso sobresale por matices a manteca y crema, por un desarrollo que consigue, con la edad, más fuerza al tiempo que sequedad. Las palabras sobran si se prueba.
El Reixagó Sant Ignasi, presentado entre hojas de papel de seda en una caja de madera, resulta perfecto para degustar tanto a temperatura ambiente en una ensalada, por ejemplo, como caliente sobre una rebanada de pan bien tostado. Bendito sea este queso.