Tragabuches Marbella, regreso al pasado

Tragabuches es una vuelta a las raíces para Dani García. Regresa así al concepto que le forjó como cocinero hace más de 20 años. El chef marbellí estudió en la escuela de cocina La Cónsula de Málaga, aprendió los gajes del oficio con Martín Berasategui, y a finales de los años 90 entró al restaurante familiar Tragabuches en Ronda. Allí recibió su primera estrella Michelin. Volver a abrir este restaurante, aunque ahora en Marbella, es un claro ejemplo de las intenciones que el chef tiene para el futuro: cocina creativa, pero sin perder nunca de vista el pasado y la tradición.

Hace unos años, algo antes de la pandemia, García había abandonado la alta cocina por un tiempo. Sentía por entonces, en 2019, las ganas de regresar a una cocina más sencilla. Algunos en su entorno no lo entendieron, pero tenía claro que era hora de simplificar la vida y el ritmo de trabajo. Finalmente, un par de años después, volvió a la alta cocina. Pero la necesidad de instalarse y recrearse en la tradición no le ha abandonado. Este nuevo Tragabuches no es un homenaje al pasado, en realidad busca dar un aire fresco a la cocina de siempre, que él considera la más importante para el futuro. Tras esta apertura, Dani García abrirá otros dos restaurantes en su tierra, para posteriormente llevar estas ideas a Madrid y al extranjero. Este nuevo local vuelve a estar concebido como un lugar para toda la familia, la prueba es que tiene su propia ludoteca. Cocina tradicional andaluza, de producto, en un ambiente desenfadado y tranquilo.

Tragabuches Marbella

En Tragabuches Marbella hay dos espacios bien diferenciados: el salón y la barra. De esta manera a cualquier hora del día, desde la hora del desayuno a la medianoche, se puede disfrutar de su oferta gastronómica. Es la primera vez que se podrá desayunar en un local del chef. En esas horas de la mañana no faltarán los molletes, los bocatines, los pitufos o las tostadas con acompañamientos de la tierra como manteca colorá, zurrapa malagueña, panceta o paletilla.

El resto de la carta es también cocina de toda la vida, con el sello del producto andaluz. Croquetas de jamón ibérico, ventresca de Barbate, gazpacho de cerezas, albóndigas de vaca vieja, huevos fritos con torreznos o con manteca, acelgas del valle del Guadalhorce en salsa, y esto solo son para platos o entrantes para abrir boca. Los guisos también tienen identidad andaluza: cazuela de fideos a la malagueña, arroz con morcilla de Ronda o riñones de chivo lechal. Protagonistas igualmente son las carnes como el cerdo ibérico en varios de sus despieces (presa, lagarto o paletilla), el rabo de toro o los pescados como el pargo de Conil. La barra tiene su propia carta. Banderillas surtidas, ensaladilla rusa, tortilla de papas, quesos y chacinas de productores locales, y postres tan caseros como la tarta de queso o el flan de huevo desfilan sin complejos por ella.

Tragabuches Marbella

Más clásicos en la bodega. Vinos de Jerez: finos, amontillados y olorosos (algunos de añadas excepcionales), manzanilla de SanLúcar, blancos de Rueda o Rías Baixas, tintos de Rioja o Ribera del Duero. Y, además, pueden presumir de una lista generosa de cavas y champanes. Pero también de algunos vinos del otro lado del mundo, de países tales como Nueva Zelanda o Estados Unidos. Esta bodega tiene el único punto internacional de todo la carta. Pero solo un punto, como ven.

El local, preparado para unas 200 personas, está decorado con sencillez, no hay prácticamente adornos o fruslerías que distraigan al comensal. Colores suaves y formas limpias sostenidas en madera, terrazo o ladrillo son los elementos básicos del espacio. Para el chef era fundamental que la decoración focalizara la atención en lo importante: la comida, y se alejara de los conceptos vanguardistas y de estilo discotequero. El ambiente es, por lo tanto, relajado e ideal para comer con tiempo. La idea es una carta popular andaluza, con un toque renovado, en un local moderno, pero sobrio.

Tragabuches Marbella

En general, todo aquí gira en Tragabuches sobre la relevancia del producto y de la cocina de proximidad. Y sobre todo, alrededor de la tradición. No hay intención de ofrecer comidas de las llamadas fitness, desayunos para esforzados deportistas o personas de las que cuentan las calorías. Es una oferta culinaria del sur de toda la vida, la del mollete, la zurrapa, la manteca y las ganas de disfrutar. El nombre del restaurante no deja lugar a dudas, uno va a Tragabuches a zamparse alegremente Andalucía sin remilgos.