En el nordeste de Sicilia, a unos 90 km de Catania, se encuentra la ciudad de Messina, en la provincia homónima. La urbe, protagonista de numerosas conquistas y reconquistas, pugnas y terremotos consecuencia de la zona de alta actividad sísmica sobre la que se asienta, es un ejemplo de tenacidad y resurgimiento. Los messinesi son un pueblo que, a la fuerza, ha tenido que aprender a reconstruirse y reencaminar su futuro. Un pueblo al que pertenecían los abuelos de Mauricio Giovanni, chef y propietario del restaurante Messina de Marbella junto a su mujer Pía Ninci, sumiller y directora de la sala.
De la resiliencia y la mezcla de culturas e identidades que hace latir la isla de Sicilia brota el germen de la cocina de Messina, un trabajo sabroso, fruto del proceso de maduración y meditación. El chef, oriundo de Córdoba, Argentina, se inspira en el recetario español, así como en el sudamericano y el oriental para desarrollar un estilo propio y único, lleno de destellos luminosos logrados sin tener que recurrir a efectos y trucos manidos. La satisfactoria propuesta de este argentino parte del mejor producto local, con concesiones puntuales a materias de importación de extrema calidad. Hay inconformismo, hay riesgo en sus platos, platos en los que se lee una trayectoria que pretende huir de los caminos marcados, teniendo que asumir en ciertas ocasiones, los peligros de la audacia. Su osadía culinaria es equilibrada por el sentido de la técnica y el esfuerzo diario que le llevaron a recibir su primera estrella Michelin en el 2016.
Libertad y evolución son las premisas de Messina, dos ideas plasmadas en cada uno de los pasos de su menú degustación, una experiencia gastronómica compuesta por pequeños bocados que rozan el concepto de arte. La coreografía orquestada por Giovanini comienza con un guiño a la patria de sus antepasados, el requesón caprese, seguido por el cremoso de choco y pepino encurtido y la primera zambullida en el mar, un erizo mi cuit y con agua de raíz de apio. Tras dos entrantes más, llega el centollo. El crustáceo es presentado en dos partes, en la primera preparación, salsa americana a base de un buen fondo de pescado con matices de brandy y marisco; la segunda es una exótica sopa de coco que recuerda ligeramente a un viaje a Tailandia. La genética italoargentina aparece de nuevo en el garganelli cocido en jugo mirepoix con berenjena entomatada y queso de cabra, en este plato de pasta originaria de la región de Emilia-Romagna se aprecia perfectamente cómo el cordobés sabe unir gastronomías geográficamente alejadas.
La buena labor realizada en cocina del restaurante marbellí se complementa con una sala sobria en la que impera la cercanía hacia el comensal y un trato más que correcto. El equipo dirigido por Pía Ninci es esencial para que los vinos y los manjares sean acercados a la clientela con la eficacia y conocimiento a la que sólo pueden llegar aquellos que aman de verdad las artes de la restauración.
El broche final al menú lo componen un trío de postres que nos hablan de Latinoamérica: el refrescante sorbete de piña caramelizada con pimiento rojo y un peruano pisco sour, el helado de manzana asada con sabayón de oloroso y borrachito -¡Jerez y Huelva presentes!- o un postre solo apto para fans acérrimos del dulce más intenso, el cremoso de chocolate y Malibú con dulce de leche y cacahuete.
Restaurante Messina
Avenida Severo Ochoa, 1229603 Marbella (Málaga)
679770062
www.facebook.com/messinarestaurant
Mediterránea, Española
40€-100€
