Mirador de Ulía, creatividad con raíces y vistas

En los comedores lo importante está en el plato, sí, en lo que comemos. Pero a veces también en lo que nos rodea. Desde una decoración especial o un ambiente particular, hasta un entorno único y unas vistas extraordinarias. Un caso del que es ejemplo el restaurante Mirador de Ulía, situado sobre el monte donostiarra que le da nombre.

Abierto hace más de medio siglo por Faustina Zaldua, una cocinera versada en la mejor gastronomía popular y tradicional de San Sebastián, ha llegado a la actualidad con la tercera generación al frente. Rubén Trincado, su nieto, es quien obra entre fogones con una estrella Michelin reluciendo en su chaqueta. Un cocinero curtido en casas como Kokotxa o Bodegón Alejandro, y viajado con experiencia en París o Ginebra, que desde el negocio familiar desea innovar sin olvidar la tradición.

Mirador de Ulía

Acompañando su visión más que privilegiada de la playa de la Zurriola encontramos platos rebosantes de creatividad que reinterpretan clásicos o parten de cero haciendo uso de sólidas bases culinarias locales. Crear desde la nada enraizándose en su tierra.

Esa intención la encontramos en platos como el de cigala mojada en una emulsión de hierbas frescas con matices ibéricos y perlas de yuzu, o en el carpaccio de vaca, hecho a partir de ternera y remolacha fermentada con matices de trufa blanca y frutos secos; dos platos que sirven como entrantes. En platos de pescado como el de merluza con praliné de pistacho, tinta y guindilla líquida o el de ventresca de atún con mojo de su piel y cuajada de hierbas ahumadas. Y carnes como el solomillo asado con mojo picón, mojo de té negro, lágrima de calabaza y vainilla con puerros salteados o el pichón guisado y asado con sus interiores y calabaza.

Mirador de Ulía

Así como con postres, como el de manzana a la sidra, un clásico; el de tocino de cielo, con forma de caramelos de este dulce con snack de cacao y helado de chocolate blanco; «Esferas», formado por bolas crujientes con crema pastelera, crema acidulada con frambuesas y helado de vainilla; o el de queso idiazábal con membrillo y nueces.