La traducción literal de vin de table al español es vino de mesa. Esto no tendría mayor transcendencia, de no ser porque en España el término tiene un uso coloquial peyorativo. Cuando se habla de un vino de mesa, normalmente se tiende a pensar en un vino de baja calidad. Tampoco la tendría, si entendemos que los vinos elaborados fuera de una DO o de una IGP, por obligación deben llevar esta designación. Pero, aunque así sea, en el saber popular es lo mismo que decir que es una mierda.
Mientras tanto en nuestro país vecino, Francia, las cosas son normales y se sobreentiende lo anteriormente mencionado. También existen muchos elaboradores que, teniendo una calidad indiscutible, prefieren salir de denominación. Y como yo per se soy algo repelente, os traigo un vino de mesa francés y natural.
O16 es un mítico vino del no menos mítico elaborador Alexandre Jouveaux. ¿Y quién es este payo? Ante vosotros tenéis otro caso del gusanillo del vino. Otro al que se le inoculó el veneno en el cerebro y abandonó toda comodidad cosmopolita en París. Este ex exitoso fotógrafo cogió trípodes y cámaras para ir a enseñar enología en la borgoñona escuela de Uchizy. Todo esto fue entre 1990 y 1999, cuando ya con unas perras en el bolsillo compra su primer viñedo. Nos ha jodido el tío, dando clases y no aplicando su filosofía hasta más tarde. Claro, muchos alumnos pensarían lo típico de los maestros, que eres un frustrado y vienes a decir Ñe.
¡Zasca! En toda la cara. Esto sería tiempo después cuando llegaron sus primeros vinos al mercado. Vinos de una calidad indiscutible. Uchizy está en pleno Macon, el Mâconnais ese de las etiquetas que bebéis de Borgoña. Aunque a Alexandre, entre hacer vino y rellenar papeles, prefiere hacer vino y pereza infinita al papeleo. De ahí que sus vinos estén fuera de DO y sean vinos de mesa. No pasa nada por ello, tranquilidad. Para los más incrédulos, sí, el hombre será muy perro y lo que queráis, pero se marca unos vinazos de más de treinta pavos en adelante. Así que ya sabéis, podéis comprar siempre que queráis, no por su calidad sino para decir en la cata con los amigos lo que os ha costado. Eso sí se os da bien, malandrines. Si encima os digo que sólo hace seis mil botellas, porque de parcelas anda más bien escaso, todavía me lo crucificáis más.

Es que la vida de este hombre da para memes del “no trabajo”: Dejó la fotografía porque la cámara le pesaba. Como de maestro lo puteaban, se dedicó a hacer vino. Para trabajar menos, vino con poca intervención. No a las denominaciones, porque tiene que escribir. Pocas parcelas para no doblar el lomo. Hace poco vino porque así no tiene para llevarlo a las ferias. La embotelladora son los padres… Y así, un largo etcétera de coñas marineras.
Pero no nos desviamos y volvamos a su vino. O16 es un claro ejemplo de su filosofía. Mínima intervención en la viña, fermentación espontánea con levaduras indígenas, pero siempre buscando el equilibrio entre vino natural y varietal. Cosa que demuestra, y a mí personalmente me alegra. Estoy harto de que en el vino natural todo valga, de que como la intervención es mínima, si el vino sale sucio o con defectos, es lo que el curso de la naturaleza pide. ¡Un carajo! Este vino presenta sus reducciones, su frescura volátil y algo de oxidación, pero es una oda a la Chardonnay. Eso es lo que pido a un vino, varietal, reconocimiento fácil. Que sí, vinificas diferente, tu ideario no es el normal o eres el Panoramix de la enología. Perfecto, me la trae al pairo. Lo que quiero es que esté bien hecho, varietal y poco más. Y este lo tiene, Chardonnay.
Poderosísimo vino proveniente de una parcela comprada con viñedo muy viejo que aún conserva cepas de 1910 (¡a joderse filoxera!) plantadas por aquel entonces. El dato que ya apuntaba arriba, acerca de esa filosofía de no intervención pero tampoco perder la esencia, trae de este blanco un reconocidísimo carácter a primeras del varietal. ¡Genial! Son estos vinos que me entusiasman, ya que esa punta de fruto tropical cítrico con algo de hidrocarburo, esa mezcla de bollería mantecosa y fruto seco, están ahí. Para mí es una alegría. Es eléctrico y chispeante, pero también complejo y graso. No es un refresquito a cholón, no. Es un vino enorme. Se va abriendo con notas especiadas y algo de pólvora. Entonces te das cuenta de que estás ante un gran vino y que ¡joder! Te arrepientes de haberlo probado tan tarde y pronto a la vez. Tarde, porque en este mundo del vino, nunca se tienen suficientes vidas ni años para llegar a todo. Pronto, porque era demasiado joven. Ya sabéis, si veis una botella de O16 compradla. Es una inversión segura (no el precio que de bien seguro subirá) en ti mismo, en la gracia de probar un chardonnay diferente, fresco, ácido, directo, complejo y claro ejemplo del empeño de Alexandre. Cuando pruebo estos vinos, no creo que el mundo se pueda salvar, pero sí creo que mientras se va a la mierda, beberé grandes vinos.