Desgarbado, alto, melenudo y barbudo, simpático, amable, genial y risueño, se me acaban los adjetivos para una persona singular. José Crusat. Vamos, un cabronazo de los que te caen muy bien.
¿Pero quién es José Crusat? Para eso nos desplazamos a Pobra de Caramiñal, en concreto a Entre Os Ríos, donde encontramos una bodega muy especial: Adega Entre os Ríos. Esta bodega fue fundada por el padre de José, Francisco. Un genio que fue a por una barrica y compro una casa con su viñedo. Casa por cierto reconvertida a rural, en un espacio único.
Pero vamos por partes: su situación geográfica. El enclave es jodidamente hermoso, el río Pedras al paso por la zona se desdobla, dejando una zona pequeña donde se sitúa la bodega. Todo esto lo acompañas con una de las zonas boscosas más bonitas de la Ría de Arousa, con esa humedad sempiterna, ese verde perenne del verano, el sonido de un rio que no para de bajar y la naturaleza, ¡que naturaleza! Lo dicho, un enclave único. Recuerda a esos pasajes de El señor de los Anillos o el Hobbit, con esos bosques tan encantadores. Normal que se hable de Meigas y demás pobladores del folklore faeral.

El visionario, o en este caso un enamorado de la zona fue Francisco. También es el fundador de la bodega allá por el 2002, cuando hacía vino para la familia y algún amigo. ¡Y qué vinos hace este hombre! Saras, Casal do Monte o Altares de Postmarcos, si me permite el tuteo ¡menudo monstruo se marca con Altares, don Paco! En 2006 entran junto a unas pocas bodegas más en una IGP llamada Tierra de Barbanza e Iría, ya que al estar en las "Rías Altas" quedan fuera del alcance de las Rías Baixas. Cosa que personalmente me agrada. Esta bodega que bebe de dos aguas, la influencia atlántica de la Ria de Arousa. Ría tranquila adormecida en sus aguas, calmada y sosegada, aporta su frescura y salinidad. Flotando en el aire impregnando los bosques de Pobra, llegando a Entre os Ríos, donde la bravura de un río Pedras la espera. Puliendo rocas, lamiendo tierra, arrastrando con fuerza a su paso al descuido pasajero. Dos aguas, una Adega. Como no, está dicotomía está presente en ella.

Francisco es la personificación del Atlántico. Vinos cortantes, salinos y llenos de eléctrica frescura, a la vez que calmados y meditados. Es un hombre que cuida sus vinos con mimo. Si preguntas a José cual es el vino que más le gusta de la bodega, muy sinceramente te responderá que Altares. El vino de su padre. Es que Francisco baila con la Albariño que da gusto, pero es un vals calmado, donde el tiempo pasa sin prisas. El albariño da guarda, le gusta el tiempo y aquí se lo dan. Cuatro meses de lías en barricas y año y medio en depósito, pero la botella no sale hasta bien entrada en años. Ahora si no me equivoco, andarán por la 2013. No pienses por eso que vas a tomar un vino fatigado, no. Como la Ria, le gusta la calma, pero la ría es vida, este vino también. Es un estilo de vida embotellada para ser contemplado desde nuestro interior.
Luego esta José, personaje que se dedica a reparar los molinos de viento. Si esto no es quijotesco, esperen a verlo en persona, físicamente es una versión moderna del hidalgo caballero, pero en gallego. Es un tío directo, con ganas de hacer ruido con sus vinos, como el rio que los ve nacer. Culo inquieto que no para, que si albariño con lías, con barrica, con barrica de jerez y velo, con pieles estilo Orange, caiño (que compra a unas señoras, porque la bodega solo cuenta con casi dos hectáreas plantadas) con o sin barrica… la bodega es su laboratorio y no se para de impregnar de sus ganas, como la zona se impregna de esa humedad sempiterna del valle, del rio. Como el Pedras en su curso, es un torrente de fuerza que avanza intencionadamente. Discurre abriendo camino y no es hasta que llega a un remanso de quietud donde el torbellino de fuerza para, sucede lo mismo con José, sus remansos son Komokabras. Sus vinos.

Komokabras son una gama de vinos singulares en la zona, elaboraciones como las antes comentadas, más asentadas en las ganas de José de encontrar ese camino, que en las de agradar las moderneces del statement wineloveriano. Es con el Komokabras verde con el que me divierto, genial, eléctrico y estupendo. Con la Caiño muero del gusto y con el espumoso ¡brindo por Arousa!

En definitiva, tenemos una bodega en las Rías Baixas fuera de denominación, (porque esta solo llega a Cambados) y como están al norte me guste decirles las Rías Altas, por esas cosas del fronterismo y mi idiotez eterna. Pero el vino desconoce de fronteras y entiende de terruños, de zonas y sobre todo de varietales. Se mueven como pez en la Ría o en río los vinos de la familia Crusat, cada uno por su cauce, mas entre os ríos, la Adega.