El txakolí es un suave y delicioso vino blanco, ideal para consumir bien frío, cultivado desde hace siglos en varias zonas del País Vasco, así como en zonas limítrofes, como Cantabria o Burgos. Se encuentran las primeras referencias a su consumo y mercadeo ya en el siglo XVI, y hoy en día su consumo se ha ido haciendo más común debido al gran éxito y expansión de la gastronomía vasca, a la que está ligada.
Hay que tener en cuenta que la producción de este vino nace del autoconsumo, en caseríos; es un vino fuerte y alcohólico que con el tiempo se ha ido refinando, pero manteniendo siempre una tradición artesanal que ha mantenido las cosechas en unos números bastante bajos. De hecho, su consumo se ha ligado siempre al norte de España y ha sido en las últimas décadas cuando se ha dado a conocer en el resto del país, dejando muy poco para la exportación.

Existen tres grandes zonas de cultivo en el País Vasco que han logrado la Denominación de Origen, que son el Arabako Txakolina, en Álava, el Bizkaiako Txakolina de Vizcaya y el Getariako Txakolina, de la zona de Guetaria. En zonas cercanas, como Cantabria, también se dio el cultivo de este tipo de vino, aunque hoy en día casi no se practica, siendo en Burgos donde todavía se mantiene cierta tradición.

A lo largo del paisaje vasco podemos encontrar pequeñas bodegas que producen tiradas muy limitadas cada año y que apenas salen de sus valles llenos de niebla. Lugares perfectos para descansar de nuestro viaje y disfrutar de un vino joven y divertido, que forma parte integral de la sociedad y el paisaje de zonas como Guetaria.
El toque ácido y afrutado del txakolí, siempre con un toque espumoso y muy refrescante, marida a la perfección con todo tipo de pescados y mariscos, incluyendo grandes clásicos de la gastronomía vasca como el bacalao al pil pil o a la vizcaína. Para realizar una buena cata, nada mejor que acompañar al vino de un buen queso, como puede ser un idiazábal.