El truco de Dalí para comer gratis en los restaurantes más lujosos

Restaurante Maxim's
Natlo47
Aunque Dalí tenía una considerable fortuna, su excentricidad lo llevaba a poner en práctica un ingenioso truco para disfrutar de los restaurantes más exclusivos de Nueva York o París sin pagar.
Por Juan Pedro Chuet-Missé
05 de marzo de 2024

Salvador Dalí era un hombre rico. Artística sumamente prolífico, se calcula que durante su larga vida creó entre 1500 y 2000 obras, alguna de las cuales se vendieron por más de un millón de euros mientras vivía, como El Torero Alucinado (de 1969) o El Cristo de San Juan de la Cruz (de 1951). Su fortuna no solo era monetaria, sino también artística por la gran cantidad de piezas de su colección.

A pesar que no le faltaba dinero, Dalí tenía un truco para comer gratis en los restaurantes más caros del mundo, donde no iba solo o con su esposa y musa Gala, sino también con un buen número de amigos y aduladores que vivían la mejor vida en las noches de Nueva York, París u otras ciudades.

Cómo hacer un 'simpa' al estilo de Salvador Dalí

A Dalí le gustaba la buena comida. Por ejemplo, en París solía visitar el famoso Maxim's o La Tour d'Argent (famoso por su pato a la prensa), mientras que en Nueva York era frecuente verle en largas comidas en Le Cirque, el exótico The Morocco o el eslavo The Russian Tea Room. En cambio, en su tierra natal, era cliente habitual de El Ampurdán, del Duran de Figueres (a pocos pasos del actual Teatro-Museo Dalí) o de Las Delicias de Cadaqués.

La Tour d'ArgentÉole Wind

Según cuenta Ian Gibson en Dalí: A Biography, desde los años 30, cuando el genial pintor catalán y sus amistades salían a comer a algún restaurante lujoso, solía recurrir a un ingenioso truco de simpa más por excentricidad que por necesidad económica.

Al momento de pagar, firmaba un cheque por el monto total de la abultada cuenta. Pero antes que el camarero se llevara el pequeño papel, daba vuelta al talonario, creaba un pequeño dibujo y lo autografiaba. En ocasiones, era un boceto humorístico; en otras, tenía relación con el restaurante o la cena que habían disfrutado.

Dalí sabía que el dueño del restaurante tenía entre sus manos una pequeña obra de arte inédita, y que preferían no cobrar el cheque, guardarlo e incluso enmarcarlo para presumir ante sus clientes. Así, la comida le terminaba saliendo gratis.

Pero el truco no tenía una efectividad del 100%: en ocasiones, los propietarios de los restaurantes que sabían de las segundas intenciones, elegantemente decían a Dalí que no aceptaban cheques, y al artista (y en todo caso, también a sus amigos) no les quedaba otra que hacer una colecta de efectivo para pagar la cuenta.