Llegó uno de los días más esperados del año para los amantes de los libros y las rosas. Sant Jordi, patrón de Cataluña, se celebra el 23 de abril con algunas de las tradiciones más bonitas, en las que la leyenda del príncipe que mata al dragón, las rosas que brotan de su sangre y los libros, que representan la cultura de esta festividad, llenan las calles para el disfrute de niños y no tan niños.
Y como en casi cualquier festividad, la comida no puede faltar. Aunque la gastronomía nunca ha estado ligada a Sant Jordi, el Gremio de Panaderos de Barcelona decidió ya en la década de los 80 llevar a cabo dos creaciones que conmemorarían este gran día e iniciarían una tradición que perduraría en el tiempo. Una de ellas salada, la otra dulce, son el binomio perfecto para celebrar este día en la mesa.
¿Qué se come en Sant Jordi?
En los últimos años, pastelerías y restaurantes de renombre han decidido innovar y aprovechar el día de Sant Jordi para crear postres relacionados con las rosas, los libros, los dragones y todo lo que envuelve la leyenda y este día. Sin embargo, no hace ni medio siglo, el Gremio de Panaderos de Barcelona se les adelantó con dos recetas que ya han arraigado en los escaparates.
Pan de Sant Jordi
Una de esas dos recetas es el pan de Sant Jordi, un pan de kilo con sobrada y queso que se coloca de forma que se pueda ver la señera, la bandera catalana, al cortarlo de forma transversal. A pesar de que el gremio fue el encargado de difundirlo, la creación es obra del panadero Eduard Crespo. Este pan ha conseguido romper barreras y hacerse también distintivo de otras festividades, como la Diada de Cataluña o La Mercè, fiesta patronal de Barcelona.
Pastel de Sant Jordi
En cuanto a la otra receta, se trata de un pastel con forma de libro que parte de una receta del siglo XIII. Elaborado con capas rectangulares de bizcocho y hechas con almendra, huevo y azúcar, hay varias versiones de relleno: una de ellas es con nata, yema de huevo y trufa, mientras que otra opta por capas de mantequilla o de chocolate.
Lo verdaderamente importante es que puedan verse las capas, como si de un libro se tratase, y que por encima lleve azúcar quemado y se adorne con las barras de la señera y algún símbolo distintivo de la festividad, como el ejemplo de la foto de arriba, de la Pastelería Cal Ferran de Esparreguera.
