Dicen que el origen de esta extraordinaria tapa se puede rastrear hasta un local de San Sebastián, Casa Vallés, regentada por el cocinero navarro Blas Vallés a mediados de los años 40 del siglo XX. Al parecer, era costumbre de la casa el obsequiar a los parroquianos con guindillas, aceitunas y anchoas, algo que aprovechó uno de los habituales para, con un solo palillo, unir estos tres ingredientes.
Corría el año 1946 y la figura de Rita Hayworth como Gilda estaba en la mente de todos, así que no es de extrañar que esta banderilla recibiera su nombre, no se sabe si por su aspecto elegante y sabor picante. Lo cierto es que, desde entonces, esta combinación recibe el nombre de uno de los personajes míticos del cine clásico.
Si bien en principio era un pincho sólo conocido en Euskadi, no tardó mucho en abrirse camino hasta todos los bares de tapas de España, rompiendo fronteras y convirtiéndose, gracias a su sencillez y gran sabor, en un auténtico clásico en toda barra que se precie de ofrecer auténtica tradición a sus clientes.
Así pues, la Gilda consiste en un pincho, o banderilla, compuesta por aceitunas, guindillas verdes -más conocidas como piparras-, anchoa en salazón y un buen chorro de aceite por encima. ¿Qué diferencia una buena Gilda de otra? Como siempre que hablamos de este tipo de platos tan sencillos, es la materia prima la que marca la calidad. El calibre de la anchoa no es tan importante como el sabor, la piparra no puede ser de piel dura y las aceitunas, por favor, sin hueso.
Es inevitable, siguiendo el signo de los tiempos, que en las barras de pinchos más selectas se puedan encontrar variaciones de este clásico, al que se puede añadir desde una gamba a un poco de surimi, pero entonces, ¿dónde queda el recuerdo de Rita Hayworth? En ninguna parte.