Vimbio, un canasto repleto de uva

Botella Vimbio ACL
Martín Crusat
Desde O Rosal nos llega un vino de la mano de una familia muy conocida por nuestras páginas, los Crusat. Esta vez es Martín Crusat, un virólogo que volvió a los orígenes de la tradición vinícola.
Por Óscar Soneira
18 de febrero de 2022
Vinos

Y el Chiki chiki se baila así; Uno, el brikindans. Dos, el crusaíto… ¡Hola chiquis! ¿Cómo va el wineloverismo? Espero bien. Tras unos días de vacaciones y cambio de año volvemos a la carga, con las pilas cargadas y el hígado preparado.

Hoy vengo con un no-Rías Baixas de la mano, el cual llega de la mano de la familia Crusat*. Sí, sí, los Crusat. Esa bunch de viñadores que aumenta cual grupo de… ¡gallegos! Ojo, ojo que estamos ante una paradoja que ni el Guardián del Multiverso la veía venir. Damos por bueno que los gallegos son los españoles más colonizadores emigrantes del mundo (esto está basado en cero datos fehacientes). Pero si te das una vuelta por donde sea del mundo mundial, ya hay un grupo de gallegos establecidos, creando negocio y por lo menos desde hace tres generaciones. El caso es que con los Crusat pasa lo mismo, pero en Galicia. Primero conocí a los Crusat de Barbanza, es decir, a Crusaito (José Crusat) & father (Francisco Crusat). A resultas de ese viaje le pregunté por un tal Martín Crusat, a lo cual José me dijo: "¡Ese es mi primo!" Y si te das cuenta, ya son tres viñadores… dos generaciones más y tenemos Rías Baixas por Norte y Sur auto colonizado. Lo dicho, la paradoja galleguil que nadie veía venir.

Ya con el spoiler hecho os voy a presentar a Martín, que no es ratón ni chiquitín. Martín Crusat hoy día es un viñador, aunque de profesión no le viene sino de casta. Virólogo de oficio, es allá por el 2010 que vivía en el Reino Unido junto a Patricia, su mujer, Ambientóloga ella. Ambos volvieron a España, (eso de la morriña) pero si hoy día ya es difícil que en esta época alguien encuentre curro (pese a las titulaciones), en plena crisis fue peor. Mientras ambos desarrollaban sus trabajos donde podían, también ayudaban en la viña junto al padre de Martín. Venancio era un trabajador de la viña de antaño, de aquellos que trabajan de sol a sol: "Vendía la mayor parte de su vino a la cooperativa" como Martín recuerda cariñosamente "y a algún furancho** que otro". Cosas de la vida, la desgracia y la dicha se dieron la mano en 2012, el año del nacimiento de la hija de ambos y la muerte de Venancio.

Dijo el poeta cubano José Martí: "hay tres cosas que todo hombre debe hacer en la vida: tener un hijo, plantar un árbol y escribir un libro". Venancio nos dejó a Martín, plantó muchas viñas y Martín, tras una llamada de la cooperativa descubrió que le había dejado vino. ¿Y qué es el vino, sino una historia líquida? Las tres cosas dejó, y con ellas el germen de Vimbio. Vimbio significa canasto de mimbre en gallego y para mí es significativo de un vino genuino. De él existen dos versiones, ambas son parcelarias, pero uno es mono varietal de Albariño y el otro es ensamblaje de esta junto a Caiño branco y Loureiro. Este último es la representación líquida de sus parcelas, es el primer vino de Martín y Patricia y por supuesto, es el legado de Venancio para ellos y, por ende, para nosotros. Contado todo esto, no necesitamos más historia. ¡Vamos al vino!

Vimbio es amor desde el primer trago. Esta añada (2020) es más fresca, más agreste y como diría un buen amigo, "es más punky, mola mucho". Hay cuerpo, mucho. Repleto de fruta en abundancia. Hay acidez, los varietales per se te la dan y en esta nueva añada hay volátil, justa y medida, que aparece como nueva y me chifla. Esas mini volátiles que se prestan al juego y traen un aire de frescura a la boca, bienvenidas. Hay verde, más de lo normal y también es bien. Buen conjunto. A la fruta, frescura y varias tipicidades más que aportaban los vinos de Martín y Patricia, esa parte herbácea junto a la volátil le dan un aire más gamberrete. Y me gusta mucho, pues sus vinos siempre han sido muy finos, equilibrados, aunque echaba en falta"ese toque". El toque al final es como la firma de un viñador, poco a poco se va estableciendo en sus vinos y es marca de la casa. Celebramos pues este relevo en los Crusaito, un legado que va a perdurar mucho tiempo y se va extendiendo por la parte norte de la península y quien sabe, quizá en unos siglos por toda ella. Desde aquí mis queridísimas winelovers solo me queda decir una cosa: ¡Gracias por todo Venancio!

*Los Crusaito es como me gusta llamar a la familia Crusat. Es una sinapsis neuronal que junta su apellido con la canción de Chikilicuatre. Sí, una sinapsis muy de parvulario o gilipollil, pero que se le va a hacer si uno es así.

** Furanchos son un pequeño reducto y bastión gastro vínico de una Galicia que se resiste a los cambios. Cosa que agradecemos. El furancho suele ser una bodega en un garaje, porche o patio de una casa, donde se sirve comida mas casera imposible y se bebe el vino de los lugareños. En definitiva, una maravilla que demuestra que los gallegos sacan negocio de todo.