Soy Georgina y me gusta comer

Artículo de Rosa Molinero Trias
Alto y claro, Georgina Rodríguez, madre, influencer, empresaria y pareja del jugador de fútbol Cristiano Ronaldo, lo repite una y otra vez en su reality de Netflix (2022) recién estrenado: “me gusta comer”.
Por Rosa Molinero Trias
18 de febrero de 2022

A la jacetana le han llovido las críticas por unas cosas y por otras, como siempre suele ocurrir con este tipo de productos audiovisuales que exponen escenas de la vida íntima. Pero hoy no estamos aquí para eso, ni mucho menos. Que Georgina siga haciendo con su vida lo que quiera y pueda. Pero, sobre todo, y por favor: que siga comiendo lo que le dé la realísima gana.

Dice Georgina que no se fía de la gente que no come, que no pierde peso en verano y que a Jean Paul Gaultier, si lo hubiera sabido, le hubiera llevado unos buenos ibéricos a su atelier.

Que a ella, eso que le recomiendan de hacer ayunos, pues que no, que ella necesita mucha energía para afrontar un día. “A mí la energía me la da la comida. Y punto”, subraya. Pues di que sí. Arriba esas tortillas de patatas que te acompañan en tu jet, las fresas que te mancharon la alfombra de cashmere y el pepino que te cobraron por 4 euros para ponerte en la cara pero que te acabaste comiendo. A mí también me han enseñado que la comida no se tira.

Me imagino qué delicias se habrán comido en esa gigantesca mesa de Armani: tal vez una paella, unas chuletas de cordero (como el del hilillo que se te quedó entre los dientes –¡qué traidor es el cordero!) o incluso una francesinha. Pero espero, por favor, que fueran más cosas que la verdura y el pollo a la plancha de la estricta dieta que parece que sigue tu pareja.

¿Tú también te preocupas, verdad? “¿Ya has comido? ¿Vas a comer en casa? ¿Qué vas a comer?”, le dices al padre de tus hijos, y si fueras china, si te entendiéramos mejor, sabríamos que todo eso significa “¿Cómo estás?”.

Antes he dicho que no iba a criticar nada, y me retracto. ¿Café instantáneo con agua caliente y leche de avena fría? Esto me mató, Georgina. Pero, ya lo sé, son manías mías y cada cual que haga con su café lo que le plazca, que ya está bien de ortodoxias gastronómicas, como si no hubiera suficientes prejuicios en el mundo.

Y que si te quieres gastar 75€ en la tienda de chuches de tu pueblo, eligiendo lo que más te tiente con tu hermana, pues te los gastas, que para eso los tienes. Acuérdate, sin falta, de un buen cepillado después, porque esos 75€ se pueden multiplicar por 100 si te toca sentarte en la silla de un dentista.

Georgina, de verdad, come y come mucho y lo que quieras. Que le den a Cannes: tú come los aperitivos, primeros, segundos y postres que te gusten. No cierres el piquito, ábrelo por todas, especialmente, por tus hijas, porque para ser madre hace falta mucha energía, y también por todas las niñas que te miran. Recuerda que tú misma has dicho rotundamente esta frase que deberíamos tatuarnos en la conciencia: “No me preocupa nada mi peso. Me preocupa sentirme bien conmigo misma y alimentarme bien”.

Y también ha salido de tu boca otra frase como la copa de un pino: “Ahora como en los mejores restaurantes, pero echo de menos el plan de mami y sus bocadillos”. Esos bocadillos y esa sandía que junto a la orilla del mar saben más sabrosos y entre árboles en la montaña saben más dulces, pero sobre todo saben mejor porque se comen rodeados de seres queridos, y esa sencillez sabe mucho más rica que el caviar.

Sea fuet, longaniza o secallona, con o sin los picos de Bertín Osborne, Georgina, disfruta. Que nadie te quita lo bailao’, pero menos lo comido. “Me encanta comer, me llena mucho y es algo que me une mucho con las personas”, decías. Y a mí también, querida. Cuando quieras, nos vamos de tapas.