Malena, un restaurante catalán en el que reluce la creatividad

En las afueras de Gimenells, una apacible población de Lleida, nos encontramos con un conjunto arquitectónico rústico y de grandes dimensiones coronado por sólidos techos de tejas. En él resuena la tranquilidad propia del paraje natural y hasta se pueden imaginar los cencerros del ganado que ocupaba la antigua vaquería. Las blancas paredes salpicadas de columnas contrastan con el rojo de la tierra y las llamas verdes de los cipreses recortados, mientras que en el interior, predominan los tonos crudos, beiges y grises que decoran los sencillos comedores en los que se sirven las creaciones del cocinero Josep Maria Castaño, chef de amplia trayectoria que practica en Malena una culinaria ilusionante, catalana y en la que brilla la inventiva y el ingenio.

Malena

En este restaurante encontramos un trazado que se dibuja entre lo clásico y contemporáneo. De su cocina a la vista del comensal emanan preparaciones a base de productos autóctonos excelentemente tratados y empleados en recetas actualizadas, que se pueden degustar escogiendo directamente de la carta o a través de dos menús degustación, iniciados con una cata de soberbios aceites de oliva y buen pan. Tras la muestra oleica, preparaciones vegetales del estilo de las patatas y habas con caracoles y alioli de menta, una salsa mucho más refrescante que la original.

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También llegan a las mesas elegantemente vestidas una muestra de xolís proveniente del Pallars, acompañado con pan y tomate y airbag del queso catalán Tou dels Til·lers o el caballón de calçots al vapor de encina. En el apartado de los productos originarios del mar, destaca el entrante de bacalao al vapor de encina escaldado all granat, un pequeño bocado con atún confitado o la vichyssoise de coco con soja y langostinos. La casa del chef Xixo Castaño es conocida por su buen uso de las brasas, que emplean para preparar un tremendo cordero lechal cocido a la canela con pimiento acabado a la brasa, sus excelentes alcachofas a la brasa con dulce de arándanos y aceite de tofona o distintos tipos de corte de porcino.

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Los postres son de nuevo una apuesta entre lo local y los sabores calmados, que van desde la consabida torrija interpretada a la manera del establecimiento hasta la un tanto particular mezcla de yema de regaliz, golosina de café y helado de mandarina. Con estos finales dulces, se pretende relajar al paladar y no saturarlo de glucosa e hidrato, un gesto ideal para cerrar los menús degustación de diferente duración caracterizados por la integración de productos autóctonos y novedosas técnicas de procesado de alimentos.