Gurea, el sabor del País Vasco en Murcia

Por contradictorio que suene, viajamos a Murcia para adentrarnos en la inmensidad de las recetas, los productos y los modos de hacer de la gran cocina vasca, heredera de tradiciones y de sabiduría entre fogones. Gurea es la casa de Juan Jesús Tellería, su jefe de cocina y gerente que hace de este establecimiento todo un templo del buen comer.

Gurea

«Somos vascos, vascos venidos a Murcia a ganarnos la vida y recibir la hospitalidad de las gentes que aquí habitan, a una tierra que a través de los siglos ha acogido a innumerables gentes. Venimos a ofrecer lo que mejor sabemos hacer, nuestra cocina, nuestra gastronomía». Una sentencia que resume la sencillez y la filosofía que aquí se practican: tremendos platos de bacalao, como el llamado Gurea con base de pisto y falso pil-pil, el típico bacalao a la vizcaína, el cocinado en fondo de marisco y agua de mar o la versión al cava con hongos y setas. Las kokotxas del mismo pescado también tienen su espacio y se sirven con salsa verde o a la plancha. Además de bacalao, en Gurea se puede disfrutar de una espectacular merluza al horno con encebollado al txakoli, un buen rodaballo con setas y puerros o de unos finos filetes de lubina braseada con bálsamo de carabinero.

Gurea

Además de pescados y mariscos en la carta podemos leer multitud de cárnicas propuestas como el entrecot de ternera a la brasa, que puede ir acompañado por pasta italiana y trufa negra o unas melosas carrilleras de cerdo ibérico a baja temperatura y salsa de hongos. Antes de los platos principales es recomendable pasearse ante la barra de pinchos donde cada día elaboran distintos pequeños bocados, muchos de ellos a base de hojaldres y masas rellenas de verduras. Entre la materia prima directa destacan los platos de cecina de León, jamón de cebo de campo al corte, anchoa de Santoña de pesca primaveral o raciones de queso de Idiazábal o crudo de cabra ecológico.

Gurea

La estética de Gurea se aproxima a la propia de los establecimientos contemporáneos. La luz natural se cuela por los amplios ventanales, que conectan el restaurante con el exterior. El piso inferior está dominado por la barra en la que reposan multitud de pinchos variados. Próxima a ella, las escaleras por las que se accede a la parte superior en la que se encuentra una bonita bodega con numerosos vinos nacionales. Arriba del todo se encuentra el salón principal, un espacio de ambiente familiar y acogedor. La guinda final del establecimiento es un pequeño patio desde el que se puede observar la cúpula de la iglesia de San Lorenzo, una muestra de la arquitectura religiosa de la ciudad.

Para los postres, increíbles invenciones como el biscuit de higos con chocolate suizo caliente, la prometedora chocolatada bilbaína o la típica pantxineta donostiarra, un irresistible pastel de hojaldre con crema y almendras.