¿Quién no recuerda con cariño ese infantil acto de atiborrarse de churros rebozados de azúcar en una feria? De llevar entre las manos una medida de papel repleta de esas masas hechas con harina de trigo, sal y agua, cocinadas en la sartén con grandes cantidades de aceite. Con la edad, esa práctica suele evolucionar y se traduce en visitas invernales a chocolaterías. A largas tardes sentados a la mesa, con un tazón de buen chocolate en el que remojar esas exquisiteces.
Algo tan tradicional, tan atemporal, tan imperecedero que con el paso de los años apenas había evolucionado. Y hablamos en pasado por que el asunto ha sufrido un cambio de guión. ¿Cómo? Con la aparición hace unos pocos años, en la ciudad de Barcelona, de una dulce y valiente locura con forma de churrería contemporánea que va mucho más allá de la receta tradicional. Se trata de Comaxurros, el templo del churro moderno obra de Lluís Estrada Canal y Marc Muñoz.

La idea nació en la trastienda de la pastelería Canal, un negocio familiar mítico en la Ciudad Condal, cuando el crecimiento del establecimiento demandaba nuevas propuestas. Quizás una revisión y reformulación de un producto tradicional, una evolución de un clásico apenas variado…
Y a Lluís y a Marc, entre bromas y como una más, se les ocurrió reinventar el churro. ¿Sería posible?

Y sí, lo fue. Lo que parecía una simple ocurrencia, en su sentido más esperpéntico, poco a poco fue tomando forma y seriedad. Era posible viajar hasta los orígenes del churro, aprender desde la ortodoxia, y dar pasos hacia una consecuente evolución.
Experimentaron durante todo unos años con diferentes tipos de harina, de aceites, de elaboraciones… hasta dar con la receta y el proceso más adecuados. La clave de todo estaba en una alta concentración de almidón en la harina, como pudieron comprobar, y en la calidad y organoléptica del aceite que empleasen para el cocinado. Este debía ser de calidad, de oliva virgen extra, pero discreto, para no enmascarar el buen sabor de la propia masa. A partir de ahí, vino el resto. Imaginación al poder.

En Comaxurros podemos degustar los clásicos, los de toda la vida, con mucho azúcar o chocolate, hecho según su receta. O podemos optar por el resto de especialidades. De los también tradicionales, acompañados de crema, a los más innovadores. Son los rellenos de crema catalana, cremoso de fruta de la pasión, de praliné… O los convertidos en exquisiteces saladas, como los que se acompañan de sobrasada, miel y queso, salmorejo y jamón ibérico o ajoaceite y salsa brava, el ya famoso «xurrito bravo».
¿Quién dijo que ya estaba todo inventado?