Tatau Bistró, la fuerza de una barra renovada

Huesca, en noviembre de 2014, conseguía su tercera estrella Michelin con el macaron recibido por Tatau Bistró, un bar de tapas con mucho rock and roll. Este espontáneo espacio gastronómico, nada más que un «bar pequeño, con clientes de siempre» para sus artífices, conseguía situarse entre los establecimientos españoles estrellados de la guía Michelin 2015. Una distinción que no ha dejado de lucir hasta el día de hoy.

Dejando la modestia a un lado, los responsables del prontuario gastronómico lo tenían claro. Resaltaban la amabilidad del servicio, la pasión que demuestra, la personalidad única de la propuesta y el planteamiento a pequeña escala que lo hace único. «Imagine el menú degustación de un gran restaurante», dice la guía francesa, «pero en pequeño formato, con elaboraciones de elevado nivel técnico, productos de calidad y precios razonables». Eso es el recién trasladado bar de Tonino Valiente y Arancha Sainz.

Tatau Bistró

Han abandonado la plaza de San Lorenzo de la capital altoaragonesa por una calle, la de Azara, a apenas unos centenares de metros de distancia. El traslado del proyecto llevado a cabo el pasado mes de abril ha buscado ganar metros, sobre todo en cocina. Para trabajar más cómodos y de mejor manera, sumando alguna plaza más a sus dos ambientes, que se respetan. Esos en los que se presenta esa apuesta única por tapas y raciones que tantos éxitos ha cosechado en apenas un lustro de existencia.

Tanto en la barra gastronómica como en el pequeño comedor, con una capacidad más limitada, prosigue ese espíritu canalla, la decoración del anterior local y la estética pin up. Y el planteamiento de platillos del que hablábamos ahora dividido en dos menús degustación. Por un lado uno más corto, pensando para los comensales con más prisa, y otro más largo para esas comidas que pueden gozarse largo y tendido sin echar el más mínimo vistazo al reloj. Una versión actualizada y creativa de la alta cocina clásica.

Tatau Bistró

Desde la cocina de Tatau Bistró se despachan elaboraciones como la gamba roja al ajillo, el micuit de foie de elaboración propia, pulpo acompañado por papada de cerdo, perdiz en escabeche en dos pases, una chuleta de medio kilo con patatas y chimichurri, una coca de cristal con anchoa del Cantábrico, un canelón de liebre con trufa negra o unas sepietas con alcachofas. Sin olvidar, estando en un bar de tapas de una pequeña ciudad, clásicos pasados por su tamiz creativo como unas alegres patatas bravas, unas buenas croquetas de jamón o una fresca ensaladilla rusa, eso sí, preparada con ibéricos y picos de Jerez.

El ágape se puede regar con vinos por copas, con una interesante selección de caldos, y terminar con postres como la crema catalana, el hot donut o la torrija con pasión y vainilla.