A las personas más brutas o más prácticas, según se mire, seguro que se les ocurren varias maneras de abrir un coco con objetos contundentes… Pero el fruto del cocotero se puede abrir sin destrozarlo, para aprovecharlo mejor. Comenzaremos buscando el poro más débil de los tres que tiene; esas hendiduras de la parte superior. Una vez encontrado, introduciendo ligeramente la punta de unas tijeras, un sacacorchos o un cuchillo pequeño en cada uno, el siguiente paso será introducir todavía más el utensilio hasta lograr hacer un agujero.
El objetivo de este agujero es que el coco se drene y el agua de su interior salga. Si quieres, puedes aprovecharla previo paso por un colador, porque suele estar muy rica. Acto seguido, tenemos dos opciones: utilizar un martillo o un horno. La primera de las opciones puede ser la más drástica, pero haciéndolo con cuidado puede resultar del todo exitosa. Solamente hay que ir golpeando poco a poco la parte central del coco, cada vez con una intensidad mayor, hasta que veamos que empieza a agrietarse. Pero con cuidado, nada de probar la fuerza, porque podemos dejarlo hecho añicos.
La segunda opción pasa por emplear el horno, calentándolo a 180 °C alrededor de 20 minutos. Lo que provocará el calor es lo mismo que lo que hace el martillo, agrietarlo. Una vez en este estado, lo sacaríamos, lo dejaríamos enfriar e intentaríamos abrirlo con nuestras manos. Si se resiste, el martillo puede intervenir también y echarnos una mano para que el coco termine abierto definitivamente. Ambos métodos funcionan, son perfectamente válidos, así que no dudéis en ponerlos en práctica.