Existen muchas maneras de preparar y denominar a este tipo de aperitivo. En España es muy habitual llamarlos colines, aunque dependiendo del tamaño -y la zona-, también se conocen como picos. Se dieron a conocer en Italia, donde los grissini son muy conocidos por servirse como parte del servicio de mesa en los restaurantes. Una costumbre que antes era patrimonio de los grandes establecimientos -ya que lo hacían de manera casera-, pero que ahora está al alcance de cualquiera.
Los grisines italianos, cuyo origen parece llevarnos a la ciudad de Turín, se caracterizan por ser finos y alargados, muy crujientes, pero manteniendo una dureza mayor que la que podemos encontrar, por ejemplo, en preparaciones parecidas como las rosquilletas o palitos. Hoy en día se sirven grisines como complemento de ensaladas y otros antipastos, como el fiambre o el queso. Además de en Italia, los grisines se usan de manera habitual en la cocina argentina.

Preparar unos grisines en casa no es demasiado complicado. Lo que hay que hacer es preparar una masa ligera de pan a la que añadiremos aceite de oliva. Luego hay que amasar y separar la masa en cilindros alargados. Existen varios trucos para obtener una pasta crujiente, como añadir, además de la levadura normal, polvos de hornear. Se meten al horno y esperamos a que se pongan dorados, momento en el que los sacamos y dejamos enfriar.
Hoy en día podemos encontrar grisines de varios sabores, ya que se le añaden a la masa otros ingredientes, como queso, pimentón, hierbas aromáticas como el orégano o incluso cebolla. Lo importante es conseguir el punto justo de crujiente para que se vuelvan un divertido y sabroso entretenimiento mientras esperamos la comida.