Acaba de abrir en el número 24 de la calle San Bernardo de Madrid, pero su historia se remonta a 1948. Fue aquel año, en aquel mismo local, cuando abrió sus puertas la primera tienda de especias de la ciudad. Un funcionario de aduanas llamado Francisco inició un negocio familiar que, no sin dificultades, alcanzó nuestros días. Sin embargo, pese a haber soportado con entereza las idas y venidas de sucesivas crisis económicas globales, una situación particular acabó con el comercio.
Su historia estaba condenada al olvido de no ser por la aparición del Grupo Deluz. En Internet vieron que el castizo espacio se alquilaba y, como ya hicieron con la Taberna La Carmencita, con Celso y Manolo y con La Vaquería Montañesa, decidieron darle una nueva vida. «Volver a dar sentido a uno de los locales castizos de Madrid», afirman. Así nace Café Angélica, un tostador de café con almacén de hierbas salvajes y especias raras, así como una empresa social.

«Creemos que el mundo necesita de esta clase de negocios para ser un lugar mejor», cuentan desde el grupo. Por eso apuestan por un proyecto con consciencia que busca recuperar la identidad y el sentido de un negocio tradicional, ofertar un producto más que excelente y regirse por los valores del comercio justo. Les gusta crecer, por supuesto, pero buscando el bien común para que el café vuelva al café. Es decir, para que sus beneficios reviertan también y especialmente en su origen.
Con la Rolls Royce de las máquinas de café, una Probat alemana pequeña, tuestan ellos mismos el café que venden. Son variedades llegadas de pequeñas cooperativas de indios mayas guatemaltecos. De granjeros de sexta generación que buscan la excelencia con el respeto máximo por el medioambiente. De países que todavía buscan recuperarse de los horrores de las guerras, como Ruanda. De lugares con los que es más que necesario ser justos, como Etiopía. O Colombia, en cuyos valles de cultivo las guerrillas causaron grandes estragos.

A esta oferta de café tostado para llevar, se suma la de cafetería. Porque pese a las reducidas dimensiones del local, allí podrá comenzarse el día o continuarse, se podrá comer y beber. Con una tostada de queso pasiego, unas tostadas francesas, un bocata de roast beef de Cantabria con mostaza violeta, una ensalada con pechuga de pollo de Segovia, un tomate gigante aderezado con especias y hierbas o pan con tomate, queso de ovejas «felices» de Zamora y jamón de Cortegana. Todo ello ecológico y acompañado de las diferentes especialidades de café que, según la época, llegan a Angélica, así como vinos de Ana Martín.