Se llevan las tascas. Lo cierto es que para muchos, nunca dejaron ni dejarán de estar de moda. Pero, hoy por hoy, se llevan más que nunca. Y existen empresarios hosteleros que lo saben y en ello están, en recuperar lugares con carisma, alma e historia, pero cuyo brillo, por el paso de tanto tiempo, y de usos y costumbres, pudo quedar un poquito empañado. La familia Zamora Gorbeña pertenece a esa categoría y está impulsando negocios tan exitosos como La Carmencita y Celso y Manolo.

Llegan de Santander y saben comer bien. Les gusta la materia prima natural y con sabor. Lo han demostrado primero en La Carmencita y ahora en la novísima tasca antes conocida como Argüelles. Su relanzamiento, teñido de nostalgia, ha traído un cambio de nombre, ahora, son ellos, los hermanos asturianos que, desde los años 70 y hasta hace apenas unos meses, estuvieron tras la bonita barra de mármol, los que cobran protagonismo. Celso y Manolo, ni más ni menos.

Precisamente, en esta dirección (ya con lista de espera para encontrar mesa, banqueta o hueco en la barra), apuestan por una máxima: 'menos es más'. Aunque la carta es extensa, con 70 recetas, en los platos manejan pocos ingredientes, pero de gran calidad. Han optado por los productos ecológicos, de pequeños productores, así como por los vinos naturales. Es decir, libres de aditivos, sulfitos, conservantes y levaduras químicas.

Se encuentran guiños modernos, sobre todo en los platos fríos, pero ninguna innovación difícil de entender o fuera de contexto. Por ejemplo, resulta delicioso el tomate aliñado con papaya, mango, aguacate, pepino y tomates secos. Se toman bocados clásicos que nunca han desaparecido pero que, seamos sinceros, cuesta encontrar como 'Dios manda'. Ahí quedan esos bocadillos como el pepito de ternera o el bocadillo de calamares. También la ensaladilla rusa o las croquetas son una delicia.

Son un éxito los huevos revueltos o a la sartén, las empanadillas de bonito del Norte, o los arroces, bautizados como anárquicos. Y un último apunte para el bacalao. Procede de un productor noruego de 4ª generación, lo desalan en el propio local durante 36 horas y se degusta en forma de tortilla, soldaditos de pavía o al ajo arriero.
Estéticamente es una genialidad. Belleza austera, con apenas unos elementos (carteles antiguos, pocas mesas, un cuadro...) pero en el lugar idóneo. Sin olvidar esa barra que acapara las miradas (todas). Es la de siempre, tricolor y con ocho metros de largo, aunque se ha renovado la superficie. En ella, se disponen diversos platitos con ingredientes, las copas para el vermú del Montsant, que tan bien sienta, el café de puchero o el vino en porrón. Celso y Manolo o la deliciosa nostalgia.
Tasca Celso y Manolo
Calle Libertad, 1 28004 Madrid
915318079
celsoymanolo.es
Española
30€-40€