La historia de Oola Distillery es la historia de su fundador y maestro destilador, Kirby Kallas-Lewis. Artista y marchante de arte tribal durante años, un buen día decidió girar el timón de su vida y poner rumbo a una aventura que podía ser tan compleja como apasionante: fundar su propia destilería y elaborar sus propios destilados.
Pasó años estudiando el arte y la ciencia tras la destilación, asistió a toda clase de cursos, talleres, catas y conferencias impartidos por grandes de la industria y puso todo su empeño en formarse para poder llevar a cabo su sueño. Y en el año 2011 se hizo realidad, la destilería Oola abría sus puertas en el barrio de Capitol Hill de la ciudad de Seattle y de sus alambiques comenzaban a salir vodkas, whiskies y una ginebra, Oola Gin.

Ella es, como el propio destilador afirma, una labor de amor, curiosidad intelectual y compromiso con el barrio que durante más de dos décadas ha sido y sigue siendo su hogar. Porque Kirby suele decir que la buena comida, el buen vino, el buen arte, los buenos cócteles y el buen entretenimiento tienen el poder de conectar personas y lugares, y sus productos no quieren desempeñar otro papel que no sea ese. ¿Cómo? Dando empleo a vecinos de los alrededores, utilizando ingredientes que puedan encontrarse sin salir del estado y propagando su filosofía.

La consecuencia de todo ello es una ginebra especial tanto conceptual como perceptivamente. Con tan sólo retirar el tapón, la Oola Gin llega a la nariz como un torbellino aromático que arrastra notas cítricas con toques florales y sutiles pinceladas a enebro. En boca, el gin de Capitol Hill se manifiesta sedoso y aterciopelado, con presencia de cilantro, cardamomo negro y, de nuevo, ciertas tonalidades cítricas y florales. Su final, como las buenas despedidas, es largo y sostenido para que quede marcado a fuego en la memoria.
Una ginebra orgullo de un barrio para deleite del mundo.