La fructosa es un azúcar presente en todas las frutas, la mayoría de los vegetales y en sustancias como la miel. A través de varios procesos químicos, como la hidrólisis o la isomerización, se puede obtener fructosa a partir de la sacarosa, siendo usada como edulcorante alternativo.
La fructosa ha sido el endulzante favorito de diabéticos durante décadas, contribuyendo al cuerpo con la misma cantidad de energía que la glucosa. Sin embargo, la fructosa también se utiliza para la creación de siropes y jarabes que podemos encontrar en refrescos industriales y otros productos precocinados.
En los últimos años se ha discutido si la fructosa es beneficiosa para la salud, o si, por el contrario, es uno de los principales culpables del incremento de la obesidad, diabetes y enfermedades cardiovasculares en países como Estados Unidos. Hay estudios, sin embargo, que afirman que la fructosa no solo no es nociva, sino que puede ser beneficiosa.
Las nuevas teorías sobre la fructosa afirman que, en realidad, los problemas derivados del consumo de este compuesto, o de la glucosa, no están relacionados con el tipo de azúcar, sino de la cantidad que se consuma. Una dieta desequilibrada con demasiada fructosa puede ser perjudicial, pero en su justa medida resulta recomendable.
Para evitar un consumo excesivo de fructosa conviene evitar los refrescos azucarados, y en el caso de que seamos alérgicos a este azúcar, pues se puede dar el caso de ser intolerante, conviene evitar el consumo de la mayoría de frutas, incluyendo el tomate, verduras, miel, melaza o azúcar de palma.
Hay que tener en cuenta que muchos alimentos procesados llevan fructosa, al igual que algunas harinas integrales o bebidas derivadas de la soja. En cualquier caso, si no se tiene un problema de salud directamente relacionado con su consumo, la fructosa natural no debería suponer ningún problema para nuestro organismo.