Los erizos de mar, que también conoceréis como oricios o garotas, se consumen en zonas costeras desde hace miles de años, aunque la manera de comerlos ha ido cambiando con el tiempo. Pocos platos superan en intensidad a un erizo de mar crudo con unas pocas gotas de limón. El sabor del oricio concentra el del marisco, el sabor a mar, de una manera perfecta.
Si no los hemos pedido en un restaurante hay que saber abrirlos. Se corta una parte de su caparazón con unas tijeras por el lado de la boca y se limpia bien el interior por si se hubiera quedado dentro alguna espina. Cuidado al hacerlo, no os pinchéis. Luego se escurre y se comen los cinco gajos anaranjados de su interior, acompañados o no de limón. Para los menos dados al marisco crudo, también se suelen cocer: con un par de minutos en agua hirviendo ya estarán preparados.

Dejando a un lado estas dos maneras de comer erizos de mar, las más tradicionales e intensas, encontramos un buen número de recetas que usan la deliciosa carne del oricio. Lo más habitual es encontrar revueltos con huevo, que acompaña muy bien el sabor, o bien haciendo una bechamel u otro tipo de salsa blanca, para luego gratinarlos. Si queréis que tenga más intensidad, podéis añadir a la salsa un poco del agua que encontraréis dentro del oricio al abrirlo.

En los últimos años, los erizos de mar se han convertido en un elemento más de la alta cocina, empeñada en incorporar alimentos tradicionales a sus elaborados platos. Ahora se utilizan también sus huevas y para crear nuevas salsas de un sabor muy particular y no es raro verlos como parte de las cartas más selectas de sushi o sashimi. Por si fuera poco, también se ensalzan sus propiedades nutricionales: ricos en yodo, vitamina A y bajos en grasa.