Quizá, si tuviéramos que definir algún lugar como el hogar del ayrán, tendríamos que referirnos a la Antigua Persia. Lo cierto es que alrededor del territorio de este antiguo imperio encontramos a los países que hoy en día más la consumen, como Irán o Turquía. Se han hallado las primeras referencias escritas a esta bebida en el siglo X, aunque al parecer era muy habitual entre los pastores nómadas desde mucho tiempo atrás. Pero, ¿por qué los pastores?
Está claro, el ayrán es una bebida hecha a partir de leche, en concreto de yogur de leche de oveja que se mezcla con agua, así que es normal que surgiera entre los mayores expertos en ovejas de la antigüedad. Ni que decir tiene que es un combinado con un gran sabor y poder nutritivo, además de ser bueno para la salud. En el paladar encontraremos que el ayrán es bastante ácido, de hecho se busca potenciar esta acidez incluso echándole algo de limón.

Pero, como es normal, de la receta más básica que encontramos, sólo yogur y leche, hay numerosas variaciones que han ido surgiendo tanto en el tiempo como en el espacio, ya que en cada valle, en cada región o en cada país, puede haber ingredientes diferentes. Ya hemos hablado del limón, pero es habitual darle un toque de sal, ajo molido o menta, en busca de darle una mayor frescura. Podemos encontrar incluso con trocitos de pepino.
En Turquía ha sido nombrada como una de las bebidas nacionales y podemos encontrar muchas marcas diferentes en sus supermercados. Es un refresco de gran popularidad y que se sirve también como acompañamiento de comidas picantes, ya que es ideal para rebajar la intensidad de las especias, tanto por el yogur como por el agua helada. Existe una variedad de ayrán carbonatada, para los más sibaritas.