Un buen vermú se puede servir de distintos modos, aunque el básico y esencial consiste en un ritual sumamente sencillo: tomarlo siempre como aperitivo y con hielo. Sin más. Es en el que coinciden la mayoría de aficionados a beber este elixir previo a un ágape. No obstante, siempre está bien sumar y lo más castizo sería incluir una aceituna verde, la porción de una rodaja de naranja o incluso parte de una de limón.
Si se quisiese rebajar un poco la bebida darle un golpe de sifón sería una buena idea y, además, algo muy castizo que ha vuelto también de la mano del vermut. El alcohol baja, embriaga menos y también lo hace más fácil para aquellos menos acostumbrados a las bebidas con grados. Y si estamos hablando de tomarlo a la hora del aperitivo, por eso muchos lo llaman también así, tendremos que llevarnos a la boca algo sólido.
Un clásico, común en muchas antiguas vermuterías, es acompañar los vasos de esta bebida perenne con un platillo de patatas chips. Sencillo y al grano. Estas pueden venir así, tal cual de la freidora o de la bolsa, o acompañadas por unos mejillones en escabeche y parte de su correspondiente caldo. Un plato de aceitunas, rellenas de anchoa, por ejemplo, también sería una buena escolta por lo bien que maridan con el vermouth. Como también lo hacen las famosas y sabrosas gildas, unas anchoas con un poco de guindilla, los clásicos boquerones en vinagre, unos mejillones a la vinagreta, unas sardinillas con pimientos del piquillo, un salmorejo, un poco de jamón ibérico con membrillo, unas berenjenas rellenas o incluso bonito del norte con un buen aderezo.
Sin olvidar que cada vez más atrevidos llevan el vermú a la hora del postre o la sobremesa y lo acompañan de dulces, habitualmente de bollería, con elaboraciones hojaldradas acompañadas de chocolate o dulces de masa trufados de frutos secos. Las posibilidades con el vermú siempre son amplias y los modos de servirlo también.