A lo largo de la Costa del Sol es imposible no encontrarse, casi en cualquier época del año, con el curioso panorama del espeto de sardinas, una tradición que hoy en día sigue más viva que nunca y que tanto restaurantes como particulares practican con maestría.
La espetada consiste en asar sardinas clavadas en una caña -cuanto más verde mejor- sobre un lecho de brasas. Hay que tener en cuenta que la sardina mediterránea es de menor tamaño que su equivalente cantábrica, así que lo mínimo que se suele colocar en el espeto -la caña- son unas seis o siete.

En una espetada típica de playa, las cañas se cortan por la mitad, obteniendo dos puntas, una más fina con la que se atravesarán las sardinas y otra que se clavará en la arena cerca de las brasas. Se sazonan con sal gorda y se espera a que se haga uno de los lados, antes de darle la vuelta -con mucho cuidado- para terminar de asar el pescado.
Si en lugar de acudir a uno de los cientos de chiringuitos y restaurantes que cocinan este plato por toda la costa, decidís arriesgaros a hacerlo vosotros mismos, recordad que hay que situar el espeto de tal forma que el aire arrastre el humo, ya que si es al contrario, lo más probable es que la sardina se queme y se ahúme. Otro truco consiste en humedecer las cañas para que aguanten mejor el calor.

Es importante que el espeto se coloque siempre por debajo de la espina central, así al girarlas no caerán sobre la arena y se mantendrá la grasa dentro del pescado. Una vez comprobemos que las sardinas ya están listas, unos cuatro o cinco minutos, sólo hay que retirarlas del espeto y servirlas. El limón es opcional, al igual que los cubiertos, no hay como comer una espetada con las manos.

Cualquier época es buena para comer una espetada de sardinas, aunque son los meses de verano donde mejor pescado vamos a encontrar, momento ideal para disfrutar de largas tardes junto a la playa, disfrutando de este tradicional plato con un buen vino blanco, un tinto de verano o una cerveza bien fría.