La pirámide nutricional australiana es una guía sobre la dieta más recomendable y saludable, e incluye algunas novedades que la distinguen como una de las que mejor sigue las tendencias actuales en dietética y nutrición. Anteriormente, las pirámides nutricionales habían dependido no sólo del elemento saludable, sino también de situaciones económicas.
La pirámide nutricional australiana incluye en su base elementos como las verduras, hortalizas y frutas, convirtiéndolos en verdaderos protagonistas de la dieta, dejando a los cereales en un escalón superior, y, por lo tanto, más reducido. Además, apuesta por los productos integrales y elimina los cereales más procesados, industriales y azucarados.
El tercer escalón está dividido en dos. Por un lado, los lácteos y sus derivados, donde la leche es protagonista junto al queso y al yogur; eso sí, de nuevo buscando reducir las grasas menos saludables y recomendando el consumo de productos desnatados. Por otro, al mismo nivel, la proteína: carne, pescado, huevos y legumbres. De nuevo, la guía nos dicta que huyamos de los productos procesados y consumamos alimentos lo más sanos y frescos posibles.
Por último, en la cúspide de la pirámide, nos encontramos con las grasas saludables, que son buenas para el corazón y las funciones cognitivas. ¿Cuáles son? Pues las que podemos conseguir a partir de fuentes vegetales, grasas mono o polisaturadas como las que hay en el aceite de oliva virgen, el pescado azul o algunos frutos. Se advierte contra el consumo de grasas saturadas o trans, presentes, una vez más, en alimentos procesados.
Viendo la pirámide australiana desde una perspectiva europea, con ese reparto de verduras en la base, cereales, lácteos, carnes y pescados y grasas saludables, lo cierto es que parece una reproducción del esquema clásico de la dieta mediterránea, que tan buenos resultados proporciona, según casi todos los estudios. Además, añade la importancia de tener cuidado con el exceso de sal y azúcar, así como la de una correcta hidratación.