La cerveza es una de las bebidas alcohólicas de baja graduación más populares del mundo, de hecho, es la tercera bebida más consumida del planeta, sólo por detrás del agua y el té. Seguramente nos guste por su sabor, a pesar de nuestras reticencias iniciales, su carácter refrescante (dependiendo del estilo, claro está), su componente adictivo por la presencia de alcohol o por sus connotaciones sociales y culturales, pero ¿realmente conocemos los componentes de la cerveza y sus efectos sobre nuestro cuerpo y nuestra salud?
Seguramente no, y por esa razón vamos a intentar desgranar las principales propiedades y beneficios de la cerveza. Antes de profundizar en los aspectos beneficiosos para nuestra salud en los que muchos estudios científicos coinciden, probablemente promocionados por empresas con intereses en el sector o directamente el lobby cervecero, vamos a darnos un pequeño baño de realidad.
La cerveza es una bebida alcohólica, una droga blanda que contiene etanol y, como tal, debemos consumirla de forma moderada para evitar sus efectivos nocivos. Las concentraciones demasiado altas en sangre pueden producir consecuencias negativas para nuestra salud a medio y largo plazo. Un consumo controlado puede aportarnos ese estado de euforia, esa confianza en nosotros mismos o ayudarnos a sacar a relucir todas nuestras habilidades sociales, pero ir un paso más allá puede llevarnos a un estado de confusión, desorientación, inconsciencia, amnesia, coma o incluso la muerte si abusamos de ella.
Pero obviamente no estamos aquí para sacar a relucir las propiedades negativas de la bebida conocida como pan líquido sino todo lo contrario, ensalzar sus aspectos positivos y beneficios. Ante todo, es una bebida natural en cuyo proceso de elaboración intervienen cuatro ingredientes básicos: malta de cereal, normalmente cebada o trigo, lúpulo, levadura y agua. Y sus propiedades obviamente están estrechamente relacionadas con los componentes químicos de cada uno de esos ingredientes, especialmente el agua, que constituye alrededor del 90% - 95% de cualquier cerveza.

Es por tanto una bebida altamente hidratante que sacia la sed y que favorece la rápida recuperación muscular, metabólica hormonal e inmunológica tras esfuerzos físicos intensos. Y esa hidratación también es importante para las personas que sufren hipertensión arterial, ayudando a rebajarla ligeramente. También muy relacionada con su alto contenido en H2O, debemos señalar sus grandes propiedades diuréticas lo que previene la formación de cálculos renales o las famosas piedras en el riñón. Es decir, la cerveza puede ayudar a prevenir ciertas enfermedades, aunque esta de las piedras renales no es la única, como veremos más adelante.
La cerveza también es una fuente importante de nutrientes, sobre todo de minerales y vitaminas, que pueden variar en proporción y cantidad dependiendo, precisamente, de la calidad del agua con la que se elabora la cerveza. Estaríamos hablando de elementos como el calcio, potasio, hidratos de carbono, magnesio, selenio, silicio, cromo, fósforo y un amplio surtido de vitaminas de la familia B.
Por ejemplo, varios estudios han revelado que una cerveza puede llegar a aportar alrededor del 3% de la cantidad recomendada diaria de vitamina B12, un componente esencial para el funcionamiento del sistema nervioso, el cerebro y la regeneración de células, mientras que también es muy rica en vitamina B6, que junto a las propiedades antioxidantes de la cerveza, ayuda a prevenir enfermedades cardiovasculares.

Porque la salud cardiaca ha sido precisamente la gran protagonista de muchísimos informes y estudios sobre el beneficio de la cerveza. Se apunta a que los bebedores moderados de cerveza tienen alrededor de un 40% menos de riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares debido a la presencia de polifenoles que actúan como antioxidantes protegiendo el corazón. A eso hay que sumar el hecho de que la fibra soluble presente en la cerveza por estar compuesta por cebada ayuda a reducir los niveles de colesterol, además de ayudar en la digestión y evitar el estreñimiento.
Pero el corazón no es el único órgano de nuestro cuerpo que puede verse beneficiado por un consumo mesurado de cerveza. También puede proteger nuestra salud cerebral pues uno de los compuestos del lúpulo, el xanthohumol, está ligado a nuestras funciones cognitivas. Por otro lado, el silicio presente en el agua con el que se elabora la cerveza se puede asociar con la protección contra el Alzheimer y otras enfermedades neurodegenerativas.
Ese mismo silicio puede ayudar a aumentar nuestra densidad ósea evitando el riesgo de fracturas y el desarrollo de osteoporosis. Otros estudios apuntan hacia una relación directa entre el consumo, siempre comedido y prudente, de cerveza y mejoras en el sistema inmunológico, especialmente en el caso de mujeres (a las que también puede ayudar en retrasar los síntomas de la menopausia), una reducción en el riesgo de padecer diabetes del tipo 2 e incluso la desaparición de ciertos agentes cancerígenos.
Dicho todo esto, la cerveza no es ni mucho menos un medicamento contra ninguna enfermedad. Repetimos, contiene alcohol y eso contrarresta, o por lo menos disminuye, cualquier beneficio que pudiese tener para nuestro organismo. Por lo menos quedémonos en que de entre los alcoholes, la cerveza es una de las más saludables, siempre que se consuma con moderación, siendo un alimento bajo en grasa y con un contenido calórico casi despreciable respecto a otras bebidas alcohólicas.

Depende mucho precisamente de la graduación alcohólica, pero un botellín de tercio de una cerveza baja en alcohol puede tener unas 50kcal, una cerveza rubia estándar de 5% unas 150kcal, mientras que una cerveza potente que ronde el 10% alrededor de 300 - 350 kcal. Pero bueno, a estas alturas se nos antoja complicado pasarnos a la cerveza sin.