El 'Realfooding' y sus buenas intenciones

Artículo de Gemma Bargues
Este artículo no va de gordos, ni de flacos, ni de dietas, ni de calorías ni de nada de eso. Va de salud, de educación y de un movimiento llamado "realfooding" que, pese a sus buenas y sanas intenciones, parece no caerle bien a todo el mundo.
Por Gemma Bargues
05 de marzo de 2021

Hace años que decidí eliminar de mi cesta de la compra cualquier alimento ultra procesado. Diría que unos 5 años, y lo recuerdo porque mi cuerpo y mi salud en general cambiaron por completo, a mejor, claro. Sí, perdí peso -bastante y en poco tiempo-, pero no me refiero a esto, sino al cambio que no se ve, el que se produce desde dentro cuando decides que quieres (importante, que lo quieras) dejar de comer alimentos que no te suman sino que te restan, que ya no te gustan, o que simplemente, no van contigo ni con tu forma de entender y disfrutar de la comida. Porque sí, ¡me encanta comer y disfruto comiendo!

Me encanta comer y disfruto comiendo, pero elijo con qué alimentos hacerlo y con cuales no, básicamente, siguiendo dos criterios de lo más sencillos: uno, el paladar (como aquello que me gusta, y hago lo contrario con lo que no me gusta, vaya), y la salud. Y en este último es en lo que quizás, puedes no estar de acuerdo conmigo, o con uno de los debates que lleva días rumiando en redes sociales. Lo del mediático "realfooding".

Y digo "mediático" porque lo es. Pero si a ti te suena a chino, dale a Google y busca ‘Carlos Ríos’. Este conocido nutricionista fue el propulsor de dicho movimiento llamado "realfooding" que, en esencia, promueve el consumo de comida real y evita, por ende, cualquier ultra procesado. Sin más, una causa objetivamente positiva, sin historias raras, ni nada que a priori pueda ofender a la opinión ni a la salud pública.

Pero claro, como últimamente andamos algo irascibles, pues hasta esto del "realfooding", pese a sus buenas y sanas intenciones, parece no caerle bien a todo el mundo. Resumo: resulta que algunos psicólogos han advertido que esto de la comida real puede promover la aparición o el desarrollo de trastornos de la conducta alimentaria. Y claro, ni Carlos Ríos ni sus millones de seguidores -entre los que me incluyo- iban a quedarse callados. ¿Cómo es posible que un movimiento que promueve la salud pueda ser tildado, en sí mismo, como algo "peligroso"?

No hay debate posible si pensamos que basar la alimentación de una persona en el consumo de ultra procesados no es lo mejor para su salud. Por tanto, que movimientos como el "realfooding" ayuden a educar y concienciar sobre ello no puede ser más que positivo. ¿Cuál es el problema entonces?

El problema no es la comida saludable, sino qué tipo de relación tengas con ella. Si tu relación con la comida es sana, perfecto; ahora bien, cuando comer sano se convierte en una obsesión, o cuando se demonizan de manera tajante los alimentos ultra procesados, entonces, tenemos un problema. ¿Es justo entonces asociar el "realfooding" con la aparición de trastornos u obsesiones relacionadas con la alimentación? Mi opinión es que no, de la misma forma que no lo es en sí mismo el deporte, por ejemplo. Hacer deporte, bien. Obsesionarte con él, mal. Comer alimentos reales, bien. Obsesionarte con ellos, mal.

Dejemos de buscarle millones de patas al gato, y dejemos de lanzar mensajes reduccionistas como el de que la comida sana puede desencadenar, en sí misma, cualquier tipo de TCA. Habría que analizar el contexto y los otros muchísimos factores que cada persona lleva en su mochila. Claro que, por desgracia, hace mucho que la comida dejó de ser solo eso, alimento, para convertirse en una industria, un negocio lleno de intereses donde nosotros, los consumidores y nuestra salud, pintamos bien poco.

¿Sabías eso de que el paladar se educa? Pues sí, se educa. Yo al mío lo eduqué, exactamente de la misma forma que puedes educar tu cuerpo cuando decides empezar a hacer deporte; los primeros días, seguramente, lo detestes, porque te duele todo, te fatigas, sientes que no tienes piernas ni brazos ni pulmones. Pero poco a poco, tu cuerpo se habitúa, te pide más de eso que le estás dando porque -¡joder!- le sienta de lujo, y por contra, rechaza todo lo que le dabas antes: quizás, cero conciencia corporal. Pues en el paladar y en el comer, tres cuartos de lo mismo. La clave, como decía al principio, está en el "querer"; en querer que todo lo que te lleves a la boca sea comida de verdad (perdón, "realfood"), y no basura, alimentos llenos de azúcares, añadidos y grasas muy poco interesantes para tu organismo.

Pero, insisto, sin obsesiones ni prohibiciones, ni contando calorías. Solo valorando la calidad de lo que comemos o dejamos de comer. Quizás el problema ha sido ponerle una maldita etiqueta a todo esto, porque luego pasa lo que pasa, y se lía todo. Así que, sin más, eduquemos, comamos y disfrutemos haciéndolo. Nuestra salud nos lo agradecerá.