En el artículo de hoy queremos repasar cinco de los banquetes más importantes de la historia, una pequeña selección de ágapes y convites reales y novelescos que por su magnitud, ya fuere por la cantidad de alimentos ostentada, el gran número de convidados a festejar, o su especial significado son notablemente destacables como alusión al hecho histórico de reunirse en torno a una mesa para celebrar, donde la gastronomía acompaña al motivo de la celebración.
Asurnasirpal II y el mayor banquete de la historia
El más grande ágape de la antigüedad, el festín más ostentoso, numeroso y espectacular del que se tiene constancia es el que tuvo lugar en la antigua ciudad de Nimrud —conocida por los asirios como Kalkhu— celebrado por el rey Asurnasirpal II en el siglo IX a. C. El banquete encontraba su razón de ser en la refundación y reconstrucción de la urbe, que desde entonces sería capital del reino de Asiria, y en la inauguración del palacio que el monarca mandó erigir para él.
Duró diez días, al mismo fueron invitadas 69.574 personas exactamente entre representantes de diferentes territorios, funcionarios del reino y habitantes del país y en él se sirvieron ingentes cantidades de toda clase de alimentos. Para los platos de carne, por ejemplo, se emplearon más de mil bueyes, catorce mil cabritos, quinientos antílopes o diez mil jerbos, y los más aficionados al pescado, por su lado, pudieron disfrutar de más de diez mil piezas de especies varias.
La celebración acompañó las viandas, probablemente representativas de la avanzada cocina mesopotámica, con abundancia de condimentos desaparecidos y desconocidos en nuestros días, diez mil panes, diez mil jarras de una primitiva cerveza y diez mil botas de vino.
"Les rendí merecidos honores y les envié de vuelta, sanos y felices, a sus regiones", dice el propio Asurnasirpal II en la estela que da cuenta de lo acontecido.
Las bodas de Camacho y Quiteria de Don Quijote
Nuestro más celebérrimo hidalgo, "de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor", y su fiel escudero, "un labrador vecino suyo, hombre de bien pero de muy poca sal en la mollera", contrastaban incluso en cuestiones culinarias.
Cervantes reflejó gastronómicamente la sociedad más acomodada del Siglo de Oro con la variedad de manjares de los que disfrutaba el propio Alonso Quijano en su hacienda, como narra el primer capítulo de la primera parte de la obra. En el decimotercer capítulo de la segunda parte, se vería reflejada la más humilde en contraste, de la que disfrutaba Sancho.

Hidalgo y labrador, Quijote y Sancho, disfrutarían de un exuberante y lujoso banquete en las bodas de Camacho y Quiteria a las que asistieron en el capítulo XX de la obra publicada en 1615. Más de cincuenta cocineros para preparar un novillo con doce tiernos y pequeños lechones en el vientre, carneros enteros metidos en ollas al fuego e incontables liebres, gallinas, pájaros y caza en general. Recipientes y recipientes llenos de vino regaban tal festín aderezado con un arca llena de especias y fritos "de masa" zambullidos en miel.
Como le diría uno de los cocineros al obnubilado Sancho:
Hermano, este día no es de aquellos sobre quien tiene "juridición" la hambre, merced al rico Camacho. Apeaos y mirad si hay por ahí un cucharón, y espumad una gallina o dos, y buen provecho os hagan
Las bodas de Caná
Al final de la primera semana del ministerio de Jesucristo en el Evangelio de Juan se narra un episodio, conocido como las bodas de Caná, en el que realizó el primer signo, su primer milagro según la tradición cristiana.
Todo sucedió en la ciudad que da nombre a las nupcias, la que se supone corresponde con la actual ciudad libanesa de Qana, en su Galilea natal. Su madre y sus discípulos acudían junto al propio Jesús a una unión apenas mencionada por la Santa Escritura en la que, según escribe el evangelista, faltó el vino:
[…] le dice a Jesús su madre: «No tienen vino». Jesús le responde: 'Mujer, ¿qué nos va a mí y a ti? Todavía no ha llegado mi hora'. Dice su madre a los sirvientes: 'Haced lo que él os diga'

Así, el Hijo de Dios mandó llenar de agua seis tinajas de cien litros dispuestas para las purificaciones de los judíos. Una vez llenas ordenó llevarlas ante el maestresala, que desconocía de dónde venían, y comprobó como aquello era vino.
El banquete de las bodas de Caná pasó a la historia no por las viandas que nutrieron a los invitados, sino por el vino fruto del primer milagro de Jesús de Nazaret.
La boda del Rey Enrique IV de Francia y María de Médici
La boda real tuvo lugar en Florencia, ciudad de la que era originaria la familia, con una ceremonia tan majestuosa como lo es la catedral donde se celebró y con un banquete extraordinario dignificando la propia celebración del sacramento.
Uno de los más grandes artistas toscanos, Bernardo Buontalenti, fue el encargado de diseñar el convite para los más de trescientos invitados que asistirían y para el que dispondría de un presupuesto ilimitado. Los relatos de la época hablan de más de cincuenta platos, pájaros bajo las servilletas que salían volando ante la sorpresa de los concurrentes una vez eran desplegadas o exquisiteces como unos sorbetes de leche y miel que la propia María de Médici había inspirado.
La Santa Cena
La Santa Cena o La Última Cena, momento histórico en el que se instituyó el sacramento católico de la eucaristía con la última reunión de Jesús de Nazaret con sus doce apóstoles, es uno de los episodios evangélicos más conocidos de todos los tiempos y uno de los más representados artísticamente.

Como muestran obras que la representan, como la célebre homónima de Leonardo da Vinci, la última cena de la figura central del cristianismo con sus discípulos fue sencilla y austera, conformada solamente por el pan, el vino y el cordero pascual, alimentos que forman parte de la tradición hebrea.
Una de las narraciones que con mayor detalle describen es la que la monja agustina canóniga Ana Catalina Emmerick, beatificada por el papa Juan Pablo II en 2014, hizo en 1823 al escritor alemán Clemens Brentano:
El borde de la fuente [del cordero pascual] tenía ajos todo alrededor. A su lado había un plato con el asado de Pascua y al lado un plato de hierbas verdes, apretadas, puestas de pie como si estuvieran plantadas, y otro con manojitos de hierbas amargas que parecían hierbas aromáticas; luego, delante de Jesús, había una fuente con hierba verdeamarillenta, y otra con una salsa parduzca. Los comensales usaban como platos unos panecillos redondos, y utilizaban cuchillos de hueso