Los alimentos ecológicos son aquellos que han sido cultivados o criados sin el uso de pesticidas o sustancias químicas controladas, aplicando, además, ciertas técnicas agrícolas y ganaderas respetuosas con el medio ambiente, buscando siempre la menor contaminación posible.
Quizá uno de los puntos principales dentro de la agricultura ecológica es la eliminación de pesticidas y plaguicidas que puedan ser perjudiciales para nuestra salud a largo plazo, por lo que se usan elementos naturales y de bajo impacto. También se aplica a los abonos, ya que los únicos aceptados son los de origen orgánico.
Ni que decir tiene que se busca lo mismo en la ganadería ecológica, adulterando lo menos posible la alimentación natural de los animales, huyendo de tratamientos hormonales y del uso indiscriminado de antibióticos o métodos de engorde artificial.
Si bien es posible que las propiedades organolépticas finales de los productos agrícolas ecológicos sean superiores a los conseguidos gracias a la agricultura extensiva o no ecológica, no siempre es así, ya que dependerá de otros factores como la variedad de semilla, el terreno o el clima. En cuanto a las propiedades químicas, no hay diferencia entre un tipo y otro.
Donde la agricultura ecológica se distingue es en la sostenibilidad, el cuidado de la naturaleza y el territorio, así como en otros aspectos que suelen ir ligados, como el consumo de kilómetro cero, reduciendo así la huella de carbono.
Pese a todo, estos elementos, que fomentan la ecología circular y el trabajo de cercanía, no siempre van ligados y es posible encontrar productos ecológicos que han sido transportados miles de kilómetros en avión.
Para que un producto sea considerado ecológico en la Unión Europea, su producción debe cumplir una serie de normas, que incluye, además de lo ya comentado, la prohibición de productos modificados genéticamente (transgénicos), y la aplicación de rotación de cultivos. Así mismo, se vigila todo el proceso de producción, transporte, almacenaje y venta.