Las mariposas del buen comer

Artículo de Gemma Bargues
La gastronomía sabe muy bien cómo reconquistarnos, y nuestro exigente paladar, que siempre le será fiel, hará todo lo que sea necesario para seguir saboreándola, hasta en los bocados más amargos.
Por Gemma Bargues
12 de febrero de 2021

Esa chispa, esas mariposas que revolotean tu estómago y esos nervios de no querer perderte nada de lo que está a punto de suceder, dentro y fuera del plato. Esa atención plena al momento presente en los detalles que, poco a poco, se van sucediendo durante la velada. Sabores, olores, texturas y matices para ti antes desconocidos o archivados; maridajes cargados de expectación; una puesta en escena, un servicio y una atmósfera que hacen de hilo conductor. Todo esto, me temo, se pierde.

Todo lo que para ti -comensal disfrutón- significa ir a comer o a cenar a un restaurante especial, con estrella o sin estrella, se pierde. La magia de hacer una reserva en tu restaurante favorito por descubrir; esperar el día y, al llegar, vivir esas próximas dos, tres o cuatro horas con la misma ilusión con la que un niño vive la Navidad. Todo esto, el cosquilleo de las mariposas del buen comer, me temo, se pierde.

¿Nos hemos desenamorado de la hostelería y de cómo nos hace sentir?, ¿ya no esperamos lo mismo de ella, más allá de lo que buenamente pueda ofrecernos en una caja de cartón? Y de ser así, ¿recuperaremos esa chispa?, ¿volverán las mariposas? Estoy segura de que sí, porque ya se sabe que en el amor, la paciencia es lo primero que se gana, y la esperanza lo último que se pierde. Así que, pacientes esperaremos y lucharemos mano a mano para superar esta 'mala racha'; este bache pandémico que ha puesto en la cuerda floja a tantas y tantas casas, grandes, medianas y pequeñas.

Y es que, ya sabes, el amor es cosa de dos. Que hay que estar en las buenas y en las malas. Y por eso, también pacientes, seremos partícipes (ya lo estamos siendo) de cómo este jodido socavón nos está obligando a vivir, a sentir y a saborear la gastronomía. Esto es, en nuestra casa. Platos y menús empaquetados, transportados y servidos en una simple caja de cartón. En tu mesa de todos los días, con tus cubiertos y vasos de siempre; y si me apuras, en pijama.

Así es -y me temó será durante un tiempo- nuestra relación de amor con los restaurantes. Cosa de dos, apoyar, ceder, aceptar, perdonar, esperar, ser correspondido, una de cal y una de arena. ¿Quién sabe si esto del 'Delivery' será, no algo pasajero ni un parche de supervivencia al uso, sino una tendencia que ha llegado para quedarse?

No nos queda otra, pues, que volver a enamorarnos. Volver a intentar que esas mariposas en el estómago emprendan de nuevo el vuelo hacia todo lo que ahora significa lo de "vivir una experiencia gastronómica".

Pensemos en esta nueva relación como una especie de simbiosis, un 'win-win' donde ambas partes seamos felices y comamos perdices; donde nuestros estómagos siempre tengan hueco para el postre, y por supuesto, para esas mariposas que -muchas veces temerosas- revolotean cuando menos te lo esperas. Esa será la señal de que, por mucho que hayan cambiado las cosas, la de nuestra gastronomía es y será siempre una historia de amor sólida.

Ella sabe muy bien cómo reconquistarnos y nuestro exigente paladar, que siempre le será fiel, hará todo lo que sea necesario para seguir saboreándola hasta en los bocados más amargos. El tiempo todo lo cura. Mantengamos viva la llama de nuestra pasión gastronómica, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza...