La buena educación siempre en sentido bidireccional

Artículo de Alexandra Sumasi
Cuando uno es siempre el que se porta bien se le queda cara de tonto al observar cómo le están tomando el pelo. Y más cuando lo hacen aquellos a los que admira, aquellos de los nunca esperaría ningún mal.
Por Alexandra Sumasi
10 de noviembre de 2021

No hace falta amar la hostelería para no caer en esa fea práctica de la inasistencia sin previo aviso. Tan solo hace falta buena educación. Claro que los imprevistos realmente importantes existen, pero eso son, imprevistos. Y siempre cabe dar la cara, o el telefonazo a última hora, aunque nos saquen los colores. Hablando, en general, la gente se entiende.

Por culpa de un puñado de maleducados los restaurantes comenzaron, y con razón, a pedir numeraciones de tarjeta o un pago por adelantado para poder reservar. ‘No hay problema’, nos dijimos los bien educados. Pero ¿y si la mala educación no viene por parte del comensal?

Hace un tiempo, los aficionados a la gastronomía y a visitar restaurantes celebrábamos el regreso de Albert Adrià. El chef catalán anunciaba su vuelta a la escena gastronómica nada menos que en París, gracias a una colaboración efímera de la mano de Alain Ducasse. Les Ombres prometía -y seguramente lo sigue haciendo- una experiencia única en la capital francesa a partir del 10 de noviembre de 2021.

Una amiga muy cercana, residente en España, reservó en Les Ombres a finales de septiembre una mesa para dos para comer el próximo 16 de noviembre. El menú por persona se sitúa en 200 euros, y para formalizar la reserva, el sistema pedía como condición sine qua non un pago adelantado de 200 euros, 100 euros por comensal. Realizado el pago, ergo, efectuada la reserva, al poco, quiso ampliarla a tres personas. Para Les Ombres fantástico: un comensal más, aumento de facturación. Dicho y hecho: reserva ampliada, previo pago de otros 100 euros. Hasta ahí, todo fenomenal. Pero al mes, ¡algo sucedió!

El restaurante, sin dar explicaciones, tan solo un aviso, canceló la reserva del día 16, y propuso cambiarla para otro día. Mi amiga, cuyo viaje a París era ex profeso para visitar un hito gastronómico como es la alianza entre Ducasse y Adrià, pidió la mesa para el día siguiente comentando que iba a París por este motivo y que, con esfuerzo (y por 85 euros más por cada billete de Iberia por los cambios en la vuelta) alargaría un día más su estancia. A partir de ahí, todo fue un despropósito.

En la confirmación de su nueva reserva, atónita descubrió que la habían hecho para solo dos personas. Y la cosa no quedó ahí. Poco después, volvió a recibir una anulación, nuevamente sin explicación alguna, de la segunda reserva.

Si un comensal no aparece en el restaurante de forma injustificada, lo que se le haya cobrado por anticipado queda ya por siempre en las arcas del negocio. ¡Y con todo el derecho! ¿Qué ocurre cuando un comensal paga un viaje para disfrutar de una comida y el restaurante le cancela la reserva por segunda vez y, por ahora, ni siquiera le ha devuelto el dinero de la reserva? Ocurre que se encuentra en una total indefensión.

Señores hosteleros: les apoyamos cuando los clientes les han dejado colgados. Los bien educados expresamos nuestra indignación junto a ustedes. Esperamos pues, que cuando la buena educación brilla en su negocio por su ausencia, hagan uso de ella, se encuentre donde se encuentre, y pongan todos los medios, ya ni siquiera para contentar, pero sí para resarcir al cliente.

Es muy posible que ni Ducasse ni Adrià estén al tanto de situaciones como esta, pero en su mano está que, al enterarse, corran no, vuelen a solucionarla. Porque la ‘solución’ propuesta por el equipo de reservas es comunicar que ‘la cancelación se ha realizado con éxito’ (recuerden, una cancelación efectuada por el propio restaurante) y ‘esperamos que pueda venir alguna vez’. Todo en francés, sí, que parece que suena más educado. À bientôt!

P.D. A 28 de octubre, cuando estoy ultimando este artículo, la directora de comunicación ha propiciado la devolución del pago por adelantado y una disculpa a través de un amigo periodista afincado en París. A 29 de octubre, cuando lo tenía ya ultimado, llega a la cuenta de mi amiga una devolución: 97 euros. De risa. O de lágrimas. ¡O yo qué sé!