La falacia del caballo de Troya

Artículo de Albert Molins
El enemigo es la gran industria alimentaria, da igual que haga callos veganos que burritos ultraprocesados y ultracongelados. No hay ninguna diferencia por mucho que nos hagan creer, o lo intenten, lo contrario.
Por Albert Molins
11 de julio de 2023

Desde mi retiro vacacional en la Costa Brava, me preguntaba sobre qué les iba a escribir esta semana para no faltar a mi cita. La disyuntiva era hablarles sobre los callos veganos que una foodtech —el nombre ya debería disparar todas las alarmas— acaba de anunciar que es capaz de imprimir o de la polémica surgida a raíz de una agua alcalina que ha lanzado el futbolista Cristiano Ronaldo y en cuya promoción ha participado un conocido y mediático dietista-nutricionista, Aitor Sánchez, aka @midietacojea. A Aitor le ha enmendado la plana —y muy bien, por cierto— el también dietista nutricionista Juan Revenga, al que pueden leer en esta misma cabecera de vez en cuando.

Puesto que Aitor es vegano y activista de la cosa vegana, al final se me ha aparecido un estupendo cross over de ambos temas, pues la verdad es que están mucho más relacionados de lo que pueda parecer a simple vista, o como mínimo así lo veo yo. Sobre los callos, de momento no hay mucho que contar, porque las dos empresas navarras que se han unido para elaborarlos ya han dicho que de momento no tienen intención de comercializarlos y que solo han hecho esta imitación de las populares tripas para demostrar el potencial de la bioimpresión 3D. Tanto nadar para morir en la orilla, pensaran algunos.

Sobre el beef entre los dos dietistas nutricionistas la cosa es que, según explica Revenga, el agua en cuestión se publicita con alegaciones de salud completamente ilegales porque los supuestos beneficios de este tipo de agua carecen de cualquier base científica. Además, proviene de uno de los manantiales más explotados y contaminados de Europa y, aunque Revenga ya deja claro que el agua en cuestión es absolutamente segura para el consumo humano, le reprocha a Sánchez, que en los últimos tiempos se ha convertido en un fervoroso defensor de la sostenibilidad medio ambiental —lo cual está muy bien—, que se haya prestado a la promoción de un producto tan poco sostenible —que además viene en botellas de plástico— y además con mentiras o medias verdades.

Al final, Sánchez ha reconocido el error, ha hecho unos vídeos pidiendo perdón y ha asegurando que dará el dinero que ganó por participar en el evento promocional a un santuario vegano, que imagino que es lo que hacen los veganos cuando tienen mala conciencia. Su forma de expiar los pecados, como si dijéramos.

Bromas a un lado, la verdad es que al final solo es un agua embotellada, una más, del mismo modo que los callos veganos son solo uno más de la avalancha de productos directamente sacados del top manta que la industria alimentaria trata de colarnos y que obviamente, seas o no vegano, no necesitamos en absoluto. No necesitamos beber agua alcalina, necesitamos beber agua. No necesitamos comer callos hechos a partir de setas, en todo caso necesitamos comer setas. Y en este caso, ni eso.

Así que el problema, una vez más, queda claro que es la industria alimentaria. Una industria que es exactamente la misma que nos vende pizzas congeladas o la que nos coloca sustitutos e imitaciones de productos cárnicos. No hay ninguna diferencia entre Heura e Impossible Foods y Nestlé o Kraft, por poner dos ejemplos de cada. Porque al final los esfuerzos y los medios por los que a un lado y al otro tratan de convencernos de sus bondades son los mismos y el resultado también: inundar el mercado y a nosotros con cientos y miles de productos que no necesitamos, más allá de que algunos sean más insanos que otros. Ya lo he escrito en otras ocasiones y lo repito: es puro capitalismo. La trampa de los sellos de bienestar animal que tan frecuentemente se encuentran en mucho de lo que se vende en el supermercado es tan gorda como el sello de apto para veganos que hay en tantos otros ultraprocesados que también es posible comprar en grandes superficies.

Porque un vegano no necesita comer callos hechos de setas, ni tiras de pollo hechas de soja, del mismo modo que un omnívoro no necesita comer sopas de sobre o burritos precocinados y ultracongelados. Si por la razón que sea decides no comer carne, me parece estupendo, pero si decides comer callos veganos, lo que eres es básicamente un ridículo.

Y vuelvo, para cerrar, a los dietistas-nutricionistas. Arqueo siempre una ceja cuando veo a cualquiera de ellos colaborar con una marca o una gran superficie. Y ya sé que mucho de lo mismo se podría decir de muchos periodistas, especialmente los que se dedican a la cosa gastronómica. Pero ese argumento del caballo de Troya, de intentar cambiar las cosas desde dentro, me parece mucho más una excusa para llevárselo crudo que un auténtico argumento. Después pasa lo que pasa y tienes que hacer vídeos en tus cuentas en redes sociales para justificar lo injustificable. A la gran industria alimentaria —vegana o no— ni agua —alcalina, con gas o del grifo—.