Laia Shamirian, relatos culinarios con esencia

Fotografía de la escritora gastronómica Laia Shamirian
Laia Shamirian es una de las escritoras con derecho preferente a la hora de reivindicar una nueva forma de hacer y comunicar sobre comida y alimentación. La viva imagen del nuevo periodismo gastronómico.
Por Héctor Hernández
29 de septiembre de 2022

Laia Shamirian es graduada en Biología por la Universidad Autónoma de Barcelona y posee dos másters: uno en Nutrición y Salud por la Universitat Oberta de Catalunya, y otro en Comunicación y Periodismo Gastronómico impartido por la plataforma de formación y divulgación gastronómica The Foodie Studies. Como escritora y gastrónoma, estaba casi obligada compartir su pasión con el mundo, cosa que se encarga de hacer y muy bien en su propia bitácora de viaje, The Ingredientes of Our Story, donde enseña algo de su día a día aquí y allá. Su trabajo allí, en Gastronomica o en The Foodie Studies Magazine ha sido merecedor de la Beca Emilia Pardo Bazán de Literatura Gastronómica entregada por la editorial Col&Col para incentivar la creación literaria sobre gastronomía.

En ese itinerante devenir por su condición inherente de viajera nos hace un hueco para hablarnos de dulces tan irresistibles como para emprender la mayor de las odiseas nórdicas, de platos georgianos que relamerán tu pensamiento en busca del placer o de mercados del mundo donde perdernos y descubrir hábitos, costumbres y un punto necesario de locura. Porque en la vida, como en la cocina, hay de todo.

¿Cuáles son los tres primeros alimentos que te entran ganas de adquirir cuando sales de compras?

Hummus, gazpacho y pan.

¿Cuál es ese restaurante que repetirías sin parar?

Tapazia.

¿Y cuál el que no has ido pero te mueres de ganas por ir?

Admito que hace pocos días eché un vistazo a los huecos disponibles en DiverXO.

¿En qué placer culpable te gusta incurrir (de vez en cuando) a la hora de comer?

Hace muchos años que nada relacionado con el comer me hace sentir culpable. Sin embargo, entran en la categoría de placeres esporádicos, los pasteles caseros. Me gusta recrear la pastelería local de los sitios en los que aterrizo.

Los últimos inolvidables, dos escandinavos: brita cake, finlandés, masa de mantequilla con capa de merengue y coronado con fresas. Y kringle, no se sabe seguro si danés, masa abizcohada rellena de frutos secos con mantequilla. La boca agua sólo de recordarlo.

¿Cuál es el mejor mercado para ir de compras gastronómicas?

Cualquier mercado de especias. Desde el caótico centro del Cairo al humeante-hispter Levinsky en Tel Aviv. Mi último descubrimiento: el mercado de Grønland, en Oslo.

¿Qué capricho disfrutón te has dado recientemente o te gustaría darte?

Estoy a la espera de comer muy pronto salmón salvaje.

¿Recuerdas alguna locura que hayas hecho por amor... a la cocina?

Conducir 8 horas para comer un croissant. El mejor croissant de toda mi vida. Hecho con masa madre y mantequilla local sólo manipulable a 15 grados.

¿Qué ingrediente o materia prima consideras sobrevalorado?

El erizo.

Y en los restaurantes, ¿qué aspecto se sobrevalora?

La presentación.

¿Y cuál se infravalora?

El servicio. Puede ser el puente de comunicación entre los fogones y la mesa, o la rotura total de la experiencia. Me entristece ver mecanización allí donde debería destacar la narrativa y la conexión.

¿Tu cocinero/a favorito/a?

Mi padre.

¿Qué crees que debería ponerse de moda en la cocina?

La fe, la espiritualidad.

Si nos invitas a tu casa a cenar, ¿qué nos cocinarías?

Jalá, el pan judío, de acompañante. De primero, lasaña vegana con capas de calabacín y crujiente de almendras por encima. De segundo, Satsivi, una receta de pollo especiado originaria de Georgia. Para acabar, el último pastel que haya aprendido a hacer acompañado de café armenio.