En las carreteras y caminos de la tierra gallega en la que se produce vino pueden encontrarse, entre diciembre y julio, pero sobre todo durante el tiempo de primavera y verano, una hoja de laurel que indica la venta de vino al por menor por parte de un bodeguero. Este "vino de la casa" se toma en los furanchos, lugares únicos que forman parte de la historia popular gallega y en los que hacer un alto para llenar el estómago y acceder al excedente vinícola del año.
¿Qué son los furanchos de Galicia? Origen e historia
Un furancho o loureiro es un local o espacio privado habilitado para servir bebidas y comidas durante unos meses al año, normalmente dentro de una bodega o una casa, y que no forma parte del sector formal de la restauración. Puede ser en sí mismo una casa, o su bajo, o una mesa en el jardín de esta.
Su propósito inicial es vender a su visitante el excedente de vino, esa parte que la bodega no puede asimilar y con la que el bodeguero hace "vino de casa". Es, por tanto, un sistema de venta directa del productor al consumidor, sin intermediarios, y aunque en los últimos años se ha puesto de moda como reclamo turístico de muchos visitantes en tierras gallegas, lo cierto es que la historia de esta práctica se remonta tres siglos atrás en el tiempo.
Precisamente relacionado con su origen, los furanchos también son conocidos como "loureiros", pues la forma de dar a conocer a quienes pasaban por los caminos que se estaba vendiendo excedente de vino era sacar una hoja de laurel a la puerta en forma de anuncio. Una hoja de laurel como invitación a pasar, a probar, a comprar vino.
António BarbosaEl viticultor que vendía (y aún hoy, vende) vino empleando este sistema era conocido como "furancheiro" y, además de la bebida, solía ofrecer a sus compradores algo para llenar el estómago. Comida hecha en casa y servida sobre la marcha, en el mismo lugar en el que se realizaba la venta. Un poco de queso, un poco embutido, un trozo de empanada… y así, hasta el presente, esa tapa que acompaña el trago o la compra es el motivo de que en los furanchos no solo se beba, sino que también exista la posibilidad de comer.
En la última década el número de furanchos y de furancheiros creció impulsado por el excedente de uva y, en paralelo, el interés turístico de estas visitas, que conectan al viajero con una práctica que forma parte de la tradición gallega.
Legislación de los furanchos
Como realidad comercial en la que se compra y se vende, y en la que existe un intercambio monetario, la actividad de los furanchos está regulada legalmente. Pero no siempre fue así. Su situación ha pasado por diferentes momentos y etapas, siendo objeto de debate, e incluso de ausencia, dando lugar a un vacío legal.
En el año 1997 y de acuerdo con la competencia exclusiva en materia de promoción y ordenación del turismo en su ámbito territorial, Galicia diseño su marco legal de desarrollo del turismo. La Ley 9/1997 recogió y definió los tipos de empresas turísticas y de restauración sin incluir los furanchos bajo ninguna de las dos categorías. Quedaron, entonces, en un limbo legal.
La posibilidad de incluir nuevos grupos y categorías en esta ley llevó a que, en el año 2008, se dictara el Decreto 116/2008 por el que se incluyeron los furanchos en categoría de nuevo tipo de establecimiento del sector de la restauración. Y al debate del limbo legal le siguió… el que reclamaba no igualarlos con cafeterías, restaurantes o bares. Se consideró, entonces, que esta categoría los alejaba de su historia y su raíz en la cultura gallega.
António BarbosaFue en 2011 cuando una disposición transitoria estableció darles una regulación propia, en un marco singular y único que reconociera y expusiese sus características. Así, en 2012 llegó el "Decreto 215/2012 de 31 de octubre por el que se regulan los furanchos de la Comunidad Autónoma de Galicia", y que recoge la que es su definición actual, que dice así: "los furanchos, también conocidos como loureiros, nacieron como fórmula para poner en circulación los excedentes de la cosecha de vino elaborado para consumo propio, respondiendo así a una tradición del rural gallego cuyo origen tiene una localización geográfica concreta". También concreta su ámbito de aplicación, los requisitos que han de cumplir los furanchos y los furancheiros, sus competencias…
¿Qué diferencia hay entre un furancho y un restaurante?
Existen varias diferencias entre un furancho y un restaurante que aseguran, por un lado, la conservación de la tradición y por otro, que no hacen competencia desleal a otros negocios de restauración:
- En primer lugar, el furancho forma parte de una estructura superior, no es un negocio en sí mismo y no forma parte de la restauración, sino de una bodega.
- Su ubicación es otro de los matices principales. El furancho siempre está asociado a bodegas, no se encuentra dando servicio a pie de calle en ciudades, por ejemplo.
- En el furancho el servicio no es profesional, no se trata de la sala o la terraza de un negocio hostelero, quienes cocinan, sirven y reciben a los visitantes no son personal hostelero. Puede ser la propia familia o trabajadores de la bodega quienes presten el servicio.
- La oferta está limitada a lo que marca la regulación en el caso de un furancho, tanto para el vino como para la comida, mientras que un restaurante tiene libertad para elegir qué va a servir y cómo hacerlo.
- El calendario de apertura de un restaurante lo deciden los propietarios del mismo, mientras que en el caso de un furancho es la ley la que marca las fechas.
¿Qué puede servir un furancho?
Está claro, llegado este punto, que a un furancho se acude a tomar vino y acompañarlo con algunas raciones de comida en formato de tapas, pero incluso en este aspecto nada queda al azar. Su oferta de comida y bebida queda delimitada en el ya mencionado Decreto 215/2012 y, más concretamente, en el artículo 4 y en el Anexo I.
De esta manera, el artículo cuarto establece que "el vino no puede ser embotellado sino que debe proceder del barril directamente", marcando así un primer requisito y característica de estos lugares tan particulares, en los que normalmente se bebe de una cunca (un tipo de cuenco de paredes bajas que se lleva a la boca).
Además, en el apartado sólido, indica que "podrán ofertarse hasta un máximo de cinco tapas escogidas de entre las enumeradas en el anexo I, mediante la ordenanza municipal correspondiente, sin que en ningún caso pueda ofrecerse otra clase de productos alimenticios" y después, en ese mismo anexo, concreta cuales serían estas. Un total de 11 tapas forman el abanico de opciones para comer en un furancho, y son las siguientes:
- Tabla de embutidos-quesos
- Pimientos de la variedad Padrón
- Oreja–chorizo
- Zorza–lomo
- Costilla
- Huevos fritos
- Sardinas o jureles a la brasa
- Callos con garbanzos o alubias
- Tortilla de patatas
- Empanada-empanadillas
- Croquetas
¿Dónde están los furanchos en Galicia y cómo encontrarlos?
Aunque es posible encontrar furanchos en diferentes puntos del mapa gallego, lo cierto es que la zona de mayor concentración se encuentra en el entorno de las Rías Baixas. Dado que, como ya indicamos, este particular espacio forma parte de una bodega, podrán encontrarse siempre asociados a una, en un espacio que forme parte de sus inmediaciones o incluso dentro de ella. Aunque la mejor idea es siempre tener un guía local… existen varias páginas web con mapas detallados en los que se recogen sus ubicaciones y que hacen posible que cualquiera pueda visitarlos.
¿Cuándo abren los furanchos?
Los furanchos no pueden abrir y cerrar cuando deseen, pues tienen un calendario marcado por ley. La temporada de apertura de los furanchos está regulada en el artículo 7 del Decreto 215/2012, que establece que, con carácter general, pueden abrir sus puertas al público desde 1 de diciembre y hasta 30 de junio del año siguiente. Con ese dato tenemos un calendario general de siete meses en el que, después, se aplican matices, pues ninguno de ellos puede estar abierto durante el total de ese tiempo.
António BarbosaY es que hay un matiz en el marco de la temporada de apertura, establecido en el artículo 8, y es que este no podrá ser superior a los tres meses (siempre dentro del marco temporal anterior). Es decir, dentro del periodo delimitado, han de elegirse los meses en los que el furancho vaya a estar operativo y abierto al público.
A pesar de la concreción en estas fechas, si el propietario del furancho desea elegir otras, la legislación deja abierta la opción de que modifique su periodo de apertura. Para ello, tendrá que solicitarlo previamente a su ayuntamiento con la condición de que la temporada nunca exceda del 31 de julio.
Igualmente, y dado que el principal motivo de su venta al público es la producción de un excedente de vino, la legislación contempla la posibilidad de que esta no se haya dado o se termine. Así, el artículo 9 señala que, ante el agotamiento de vino o la falta de cosecha, el propietario del furancho ha de comunicarlo al ayuntamiento y esta será causa justificada para su cierre durante esa temporada.