Gastronomía del aburrimiento al desnudo

Artículo de Albert Molins
Triunfan en Estados Unidos cenas para veinticinco comensales que no se conocen y que ineludiblemente tienen que acudir a comer desnudos. Hay que estar muy aburrido y confundido para creer que vale la pena probarlo todo en esta vida.
Por Albert Molins
02 de mayo de 2023

En el mundo hay gente que está profundamente confundida y, definitivamente, muy aburrida. La confusión y el aburrimiento mal administrados son una mala combinación. Hay personas que están tan aburridas que, para salir de esa situación, tratan de ponerse creativas, lo que sin duda es una buena idea. Pero vaya, que tampoco pasa nada por aburrirse un poco de vez en cuando y si estás confundido, mejor primero aclárate y después lucha, si crees que debes, contra ese aburrimiento. Pero intentar lo segundo sin haber solucionado antes lo primero suele conducir al desastre o al mayor de los ridículos. Y aquí, la gestión del tiempo no tiene nada que ver. Se puede ser la persona más ocupada del mundo y estar profundamente aburrido. Se llama insatisfacción y conviene no confundirla con el aburrimiento.

En esta situación debían estar los creadores de The Füde Dinner Experience, claramente confundidos y aburridos. Insatisfechos no lo sé. Se trata de unas cenas en las que los comensales no se conocen entre ellos y deben cumplir el requisito de sentarse a la mesa absolutamente desnudos. Allí se les sirve un menú vegano —como no podía ser de otra manera— a razón de poco más de 80 euros por cabeza. Como máximo se permiten 25 comensales por servicio para «preservar la intimidad», según palabras de los propios o, mejor dicho, de la propia creadora de la… digamos experiencia o de esta nueva versión de la estafa del toco mocho.

Ya me perdonarán si peco de pacato, pero si se trata de estar desnudo con más gente, para mi, dos —incluido yo— me suele parecer el número perfecto. Si debe ser con la luz encendida o apagada o con o sin comida de por medio, ya depende de la urgencia del deseo y de los apetitos de cada cual. Pero veinticinco personas me parece lo menos íntimo que me puedo llegar a imaginar y algo más cercano a una orgía o a un banquete de bodas, ambas situaciones sociales —por llamarlas de alguna manera— que, si puedo, personalmente prefiero evitar.

No tengo nada en contra del nudismo, ni de que la gente practique el sexo en grupo, ni de que se case y lo quiera celebrar. Ninguna de estas tres cosas me parece inmoral, ni sucia, ni nada por el estilo. La cosa no va por ahí. La autodeterminación del propio cuerpo y de la propia sexualidad me parecen conquistas importantes de la humanidad. Pero a los aburridísimos que dicen que hay que probarlo todo en esta vida, yo les digo que no y les pregunto que por qué narices. Por muy aburrido y confundido que pueda llegar a estar, no todo me vale. Y lo de casarse, pues ya lo hice y no salió del todo bien, pero conozco a mucha gente a la que sí.

Obviamente, huelga decir que en The Füde Dinner Experience no hay dress code que valga. Esa parte del ritual del a ver qué me pongo para ir a cenar con Pepito, Susanita y veintitrés más queda descartado. Pero sí espero que haya un nude code que incluya un mínimo de recomendaciones higiénicas como haberse duchado o bañado antes a conciencia, hacer un buen uso del desodorante y algunos consejos —tanto para ellas como para ellos— sobre depilación corporal, so pena de que aquello de camarero he encontrado un cabello en mi sopa, se pueda convertir en he encontrado vello púbico en mi consomé, cosa que creo que incluso a los amantes del nudismo les resultaría desagradable.

A ver, que todos hemos desayunado o comido algo en la cama después de un polvo, allí con todo al aire y aún sudorosos y medio jadeantes. Pero convendrán conmigo que no es exactamente lo mismo. A fin de cuentas, si ustedes son de los míos y creen que dos es el número idóneo, y teniendo en cuenta que acabamos de intercambiar todo tipo de flujos con esa persona y que la confianza, como se suele decir, da asco, pues ¿qué es un clavo más para la urna? Si me lo permiten y puesto que después de no sé cuántas columnas ustedes y yo ya hemos llegado a cierto nivel de confianza, les daré un tip para estas situaciones: Tabasco. Y hasta aquí puedo leer.

Pero sin duda, algo muy distinto es encontrarte algo —lo que sea— procedente del cuerpo serrano de un auténtico desconocido que tienes sentado en cueros a tu lado. Por otro lado, y como han podido comprobar, les he ahorrado toda la palabrería new age que los creadores del invento —muy poco original por otro lado, pues ha habido experiencias similares con anterioridad que han fracasado— usan para explicar su propósito. Ya se pueden imaginar por dónde van los tiros. Que si se trata de «un espacio liberador para celebrar nuestro yo más puro, a través del alma, la nutrición, la alimentación, el arte, el nudismo y el amor hacia uno mismo» y que estamos ante una «experiencia holística y transformadora para el cuerpo, la mente y el alma».

De momento, The Füde Dinner Experience solo está disponible en localizaciones exclusivas como Nueva York y Los Ángeles, ciudades llenas de aburridos y confundidos. Pero amenazan con desembarcar algún día por aquí o si no alguien les copiará la idea —de nuevo—. Así que los de hay que probarlo todo en esta vida, los que no pueden con tanto aburrimiento y confusión, que no pierdan la esperanza.