David Moralejo: viajero, comidista y viceversa

Retrato de David Moralejo
Cuando viaja, come. Y cuando come, viaja. David Moralejo, director de la revista 'Condé Nast Traveler' lo aprendió desde bien pequeño y no se le olvida.
Por Toni Castillo
04 de septiembre de 2017

David Moralejo (Valladolid, 1979) dice que la afición a la gastronomía le viene «¡del buen saque que he tenido siempre!» y, sin duda, «de lo bien que me han educado mis padres en este aspecto y lo mucho que he viajado con ellos para comer y beber». Por eso lo que más le gusta del mundo es «viajar y comer; y viajar para comer; y comer para viajar». Su bio de Twitter no miente lo más mínimo.

Licenciado en Comunicación por la Universidad Pontificia de Salamanca y con un posgrado en la Cátedra de Historia y Estética de la Cinematografía de la Universidad de Valladolid y en el Instituto de Estudios Jornalísticos de la Universidad de Coímbra, comenzó su carrera periodística en La Razón. Lo hizo en el área de cultura, publicando también una columna de opinión y críticas gastronómicas.

Tras su paso por el periódico de Planeta encadenó diferentes colaboraciones en radio, prensa y revistas antes de recalar como jefe de estilo de vida en Glamour, entre 2011 y 2014. Antes de ocuparse de la dirección de la revista Condé Nast Traveler, cabecera referente a nivel nacional e internacional en cuanto a viajes y lifestyle, como redactor jefe se encargó del lanzamiento de las revistas Tapas y T Magazine, ambas de Spainmedia.

David también ha sido docente, impartiendo cursos en relación con el periodismo cultural y la comunicación, participó en el Diccionario Biográfico de la Real Academia de Historia y ha publicado dos novelas, 2012: la generación del fin del mundo y Una vez más, nadie me echa de menos.

¿Cuáles son los tres primeros alimentos que te entran ganas de adquirir cuando sales de compras?

¿En plan compulsivo y con el estómago vacío? Montañas de queso Stilton, buenas conservas de pescado y pastrami. O, en vez de todo lo anterior, su equivalente en jamón ibérico.

¿Cuál es ese restaurante que repetirías sin parar?

La Tasquita de Enfrente y Lera. Cualquiera que me conozca sabe que llevo siglos diciéndolo... y predicando todo lo que puedo con el ejemplo.

¿Y cuál el que no has ido pero te mueres de ganas por ir?

Fäviken. Lo he intentado, que conste. Pero no es fácil cuadrar fechas ante semejante libro de reservas.

¿En qué placer culpable te gusta incurrir (de vez en cuando) a la hora de comer?

Pedir todo el rato un mismo plato que me encante hasta no poder más. De hecho me habéis dado una idea.

¿Cuál es el mejor mercado para ir de compras gastronómicas?

En Madrid hay tantos y tan buenos... por cercanía a mi casa los de Chamberí y Vallehermoso (que además los sábados es muy divertido), pero me encanta ir al de Antón Martín, al de la Paz, Mostenses... en cada uno encuentro un motivo para volver. Ah, y cuando viajo siempre entro en todos los mercados que puedo.

¿Qué capricho foodie te has dado recientemente o te gustaría darte?

Le tengo manía a la palabra foodie, así que intento no hacer nada foodie o que lo parezca. [ríe] Caprichos... todos los que puedo.

¿Recuerdas alguna locura que hayas hecho por amor... a la cocina?

Cambiar el plan previsto y volar de vuelta a Singapur desde Kuala Lumpur solo para cenar en Burnt Ends el día que me dieron mesa.

¿Qué ingrediente o materia prima consideras sobrevalorado?

No sabría decirte, pero sí me divierte mucho eso de elevar a los altares las cabezas de pescado. Hace años, en el desaparecido Chez Sardine de Nueva York, te servían emocionados una cabeza de salmón (a precio neoyorquino, claro está) y ahí te quedabas tú, mirando fijamente los ojos del bicho y asumiendo que ahí había poco que rascar para saciar el apetito. Después tuve que pedir una burger con el resto del salmón bien empapado en salsa.

Y en los restaurantes, ¿qué aspecto se sobrevalora?

En muchos de los que abren a bombo y platillo prima la decoración sobre la cocina. Son lugares para dejarse ver... en los que poco me verán a mí.

¿Y cuál se infravalora?

A menudo el servicio. Un buen equipo de sala, sea cual sea el estilo del restaurante, resulta clave para disfrutar de la experiencia.

¿Tu cocinero/a favorito/a?

Diría mi madre, pero mi madre sabría que miento. De los profesionales me gustan tantos que prefiero no decir ninguno para no dejarme nombres en el puchero.

¿Qué crees que debería ponerse de moda en la cocina?

No me gusta pensar que la cocina depende de las modas. Sí creo que vivimos un momento interesante alrededor de la sostenibilidad, la vuelta al sabor auténtico de los productos, la investigación de nuevos recursos alimentarios... Y eso es en parte gracias al trabajo de muchos grandes cocineros, sin duda.

Si nos invitas a tu casa a cenar, ¿qué nos cocinarías?

Para esto me remito a la primera pregunta. Pongo también el vino. Y el postre lo traéis vosotros.