El virus del miedo: el antídoto

Artículo de Gemma Bargues
Hacer como que todo sigue igual, considerarte inmune al dolor o quejarte de todo cuanto tose o respira a tu alrededor es, como mínimo, preocupante. Entonces, ¿miedo? Ya te dije que no.
Por Gemma Bargues
01 de diciembre de 2020

Hace 7 meses, un virus puso en jaque la realidad tal y como la conocíamos. Desde entonces, ninguno de nosotros ha vuelto a ser el mismo, por mucho que tú digas que sí, que en tu caso no ha cambiado nada, que sigues adelante sin miedo a nada, y que pase lo que tenga que pasar. Mentira, tú tampoco eres el mismo, aunque solo sea porque ahora te toca sonreír de verdad -con la mirada-, porque ya no recibes ni das los mismos abrazos que antes -y eso, en el fondo, te jode-, porque tus planes se han visto truncados con esto del toque de queda, la reducción de los aforos en los restaurantes, las quedadas con amigos, la cancelación de eventos... Qué más da, no eres el mismo.

Entonces, ¿esto nos ha hecho mejores o peores? Da igual, responder a esto sería volver de nuevo a la reflexión sobre cómo el miedo se ha convertido en una pandemia mucho más peligrosa que el propio Covid-19. Y como del virus del miedo ya hablé, lo que me viene ahora es la contra postura, esa actitud de pasotismo extraño al que muchos han decidido aferrarse como si estuvieran hechos de otra pasta, de hormigón por ejemplo.

Y esto me da miedo. Joder con el miedo. Pero es verdad. Hacer como que nada de esto nos afecta es tan hipócrita y peligroso como creer que pronto pasará todo y entonces todo volverá a la normalidad (la de verdad); no sé si de esta hemos salido mejores, de hecho, ni siquiera hemos salido. Lo que sí sé es que ninguno de nosotros somos los mismos.

La vida en los bares y en los restaurantes, la vida de todas las personas que se encuentran detrás de ese elevado porcentaje de negocios de hostelería cerrados a cal y canto, ya no volverá a ser la misma. Terrazas, barras, chiringuitos, restaurantes con y sin postín, de aquí y de allí, bares con y sin encanto, tabernas, asadores.... Todo ese rebosar de gente que desde que el mundo es mundo ha definido gran parte de la esencia de nuestro país, ni es el mismo ni nunca lo será. ¿Mejor?, ¿peor? Sencillamente, diferente.

¿Crees que el comensal se ha vuelto más selectivo a la hora de elegir sus restaurantes?, ¿buscamos una pulcritud extrema hacia nosotros que después en nuestras acciones y actitudes con los demás no cumplimos ni de lejos?

Desde mi punto de vista, hacer como que todo sigue igual, considerarte inmune al dolor, pensar que tú y los tuyos sois intocables, creer que de nada sirve seguir las normas, o quejarte de todo cuanto tose o respira a tu alrededor cual pataleta de niño pequeño es, como mínimo, preocupante. Entonces, ¿miedo? Ya te dije que no.

El antídoto a este virus del miedo empieza en nosotros mismos, en dejar de pensar que ni eres invencible ni, por el contrario, cualquier día de estos la palmas. En mi caso, cuando no sé hacia dónde voy, volver a lo sencillo me ayuda. Esto es, volver al presente, al poderoso aquí y ahora del que hay tanta teoría y tan poca práctica. A considerar el presente como lo que es, un regalo.