Ande yo Caliente

Artículo de Fernando Huidobro
Traten otros del gobierno del mundo y sus monarquías, mientras gobiernan mis días mantequilla y pan tierno, y las mañanas de invierno naranjada y aguardiente, y ríase la gente.
Por Fernando Huidobro
24 de diciembre de 2020

No puedo con los vigilantes del cuerpo de los demás, esos polis del gastro life style y la gordura ajena ¡Que les den!

Soy consciente del problema de la obesidad al igual que también lo soy del de la delgadez extrema y la enfermedad y tragedia que conllevan, pero no van por ahí mis tiros hoy.

Los que me tocan las pituitarias son los que, sin ser nada ni nadie o aún siendo algo o alguien, se erigen en "prescriptores" de la vida de los otros, osan decir lo que han de hacer para comer y cómo comer e incluso los señalan, denuncian e imputan por descuidados, incapaces e insolidarios. Son éstos los que con su insistencia inducen a que se siga extendiendo inexorablemente esa cultura del cuidado obsesivo del cuerpo que, en mi opinión, tanto daño hace en la psique de tantos y son origen, precisamente, de bulimias y anorexias, extravíos de las personalidades preocupadas, sobre todo y casi en exclusiva, de sí mismas y de las apariencias de su cuerpo, pero no de vivir hacia y por los demás. Se produce así un curioso encuentro, cuando no choque frontal, entre los intereses de cuerpo y mente digno de atención y estudio.

Sé que mezclo churras con merinas, sí, pero no olvidemos que a la postre ambas pertenecen a la misma especie, la oveja, y viven en rebaños; igual que nosotros, gordos&flacos, egoístas&solidarios, somos humanos y vivimos en sociedad, y estas perturbaciones alimentarias pueden desembocar en graves esquizofrenias culinarias que afectan a la comunidad por muy variada que ésta sea.

Yo, por mi parte, ya tomé mis decisiones respecto de esta duda metódica de barriga llena o barriga vacía: me decanté por ser barriguista de la pista e ir sin despiste tras la pista del alpiste. Comer es mi destino en lo personal y en lo universal. Nada de vivir en la duda ni quedarse en tierra de nadie, que esa permanente diatriba deviene con facilidad en locura esquizoide y yo no estoy ya para esos trotes. Me inclino por comer y hacerlo más abundantemente de lo debido, sin miedo, sin angustia, con placer, sin remordimiento alguno por tanto; y cuidar muy mucho de que lo que como sea de calidad, gustoso y gozoso para mis sentidos y para mi espíritu. Soy un gordo romántico por exceso: sano o enfermo, responsable o irresponsable, lúcido o insano, todo depende de cómo se mire; pero como, hoy por hoy, solo yo soy el que enjuicia y decide sobre mi gula, mi cuerpo y mi vida, seguiré mi propio criterio y no el de esos falsarios guardianes de la nada y el fitness por narices porque, insisto, en mi hambre mando yo: ande yo caliente y ríase la gente.