Son habaneros y sin embargo no han nacido en Cuba. Sus valores se miden gracias a un farmacéutico de Connecticut pero la única dolencia que curan con su creaciones, que sepamos, es la de la falta de calor. Son hermanos y no de sangre, sino de picante.
Ellos son Chiles Hermanos, la autodenominada sociedad fraternal de elaboración de salsas picantes artesanas que desde el valenciano barrio de Ruzafa están dispuestos a traer el buen picante, aquel que se combina con buenos sabores, a un país que no pasa de las guindillas, la salsa demasiadas veces brava —nótese la irónica cursiva— y los pimientos de Padrón, esos que a veces pican y a veces no.
Todo comenzó con el hastío que provoca la ausencia de salsas verdaderamente picantes en el mercado patrio. O su picante es relativo, cuestionable, vergonzoso. O no está compuesta por otra cosa; ni tiene sabor ni se le espera. Por eso César Gómez-Mora, el hermano César, el primero de la sociedad, dio comienzo al cultivo propio de pimientos habaneros y la elaboración de sus propias salsas.

Del autoconsumo pasó a la compartición de sus creaciones con amigos, de ahí a suministrar su buen picante a amigos habitantes de tierras lejanas y de ahí al paso lógico. Darle publicidad al asunto y llevar el buen picante a cuantos quieran degustarlo. Así nació Chiles Hermanos, con unos cuantos consanguíneos del picante unidos al proyecto, y con dos salsas a la venta; de momento. Una la de melocotones, habaneros y rábano picante, y otra de tomates y habaneros asados con acompañamiento de curry, la que en esta pieza nos ocupa.
Es una salsa de tomate della nonna, muy de casa, que un buen día hizo las maletas y se marchó con un portazo. Viajó de incognito por el sudeste asiático, dio el salto al continente americano haciendo largas paradas por las provincias mexicanas de Yucatán, Chiapas y Veracruz y volvió con mucho e intenso sabor, un carácter que la hace adictiva y picante, mucho picante.
Perfecta para ser emparejada especialmente con verduras y pastas, pero como cualquier salsa pungente a ojos de un picantón, ideal para verter sobre cualquier plato que uno pueda imaginar. Ya se siente el calor.