Los alimentos perecederos son aquellos que se descomponen con rapidez debido a causas ambientales. Dependiendo del tipo de producto, la velocidad con la que se produce esta decadencia puede ser diferente. Así pues, no es lo mismo la carne fresca, las frutas y las verduras que, por ejemplo, la carne curada o la leche pasteurizada.
Para detener este proceso se utilizan diversas técnicas. Las más comunes son la refrigeración y el envasado al vacío, que podemos aplicar sin problemas en nuestros hogares. La congelación permite alargar la vida de los productos retardando la aparición de bacterias. Hay que tener en cuenta que los productos cocinados también son considerados perecederos, aunque puedan tener una vida más larga que crudos.
De hecho, hay que tener en cuenta estos tiempos a la hora de almacenar y consumir alimentos. Los productos que antes perecen, es decir, que incluso su consumo puede provocar problemas de salud, son los mariscos y pescados. Luego, la carne cruda, los zumos, la leche, quesos -aunque estos pueden variar ampliamente dependiendo de su curación- y los huevos.

Hay factores ambientales que pueden acelerar estos procesos. A mayor temperatura, humedad y presión, las bacterias se desarrollan con mayor facilidad. También puede influir la presencia de otros productos ya en estado de descomposición.
Otro punto para tener en cuenta sería la descongelación de alimentos. Pese a haberlos congelado, existe la presencia de bacterias, que aumentará a los pocos momentos de que comience la descongelación. Por eso es recomendable que esta se realice lentamente y en el refrigerador.
En la mayoría de productos perecederos envasados podemos encontrar las fechas de envasado, consumo preferente y caducidad. Tenemos que recordar que el consumo preferente es una recomendación, ya que a partir de esa fecha las propiedades del alimento se verán afectadas, mientras que la caducidad indica que puede producir efectos adversos para nuestra salud.