La muerte del Cook&Roll

Artículo de Fernando Huidobro
El espíritu del Cook&Roll ha muerto. Viva el C&R Business. Los sicarios del dinero, el poder y la industria lo han ido matando a pellizcos, la pandemia sólo ha dado la puntilla y ha ejercido de forense a la hora de determinar el momento y la causa de la defunción: muerte natural.
Por Fernando Huidobro
29 de julio de 2020

Y es que últimamente el Espíritu del C&R no se encontraba bien, lo estaba pasando mal, estaba muy malito. Vivía un periodo de melancolía, de flacidez, estaba bajo de moral el propio espíritu. Venía de librar unas cuantas batallas que lo habían ido debilitando. Pobre de sí mismo había muerto ya en varias ocasiones sin querer darse cuenta.

Nostálgico, venía rememorando los buenos tiempos. Aquellos de la libertad de cocinación, de ilusiones y utopías, de fuerza a raudales, de confrontación ante y frente a todo, de confraternidad a piñón, de pasotismo ante la falta de entendimiento ajeno, de ingenua seguridad en lo propio, de desdén por los intereses creados y el dinero, de afán de diversión y buen rollito y también de aprendizaje, de ese bestial entusiasmo inicial que todo lo puede, de autenticidad sin directrices a la hora de cocinar y dar de comer. No rules. Fue el tiempo de los true cooks, de los cocineros de verdad.

Pero esos tiempos no volverán. Ese espíritu se evanesció como lo hace “la parte de los ángeles” de los espirituosos, misteriosamente. Se esfumó, nos lo fumamos. El sueño de los gordos románticos se disipó.

La etapa previa a la actual fue la más dañina para el C&R, preludio de su fallecimiento. El fin de la era de su gran espíritu estaba en sus comienzos. Se acumulaban las batallas perdidas y al final se perdió la guerra. La ganaron ellos, los otros, los flacos pedestres y trepas, los malos. Ellos arruinaron el Cook&Roll y asfixiaron todo lo que nos gusta de él. Su hoy tras hoy para siempre.

No es tarea fácil explicar qué es el C&R, en qué consiste eso de que lo que te gusta de la gastronomía es, simplemente, todo. Definir ese espíritu es tarea de gentes elevadas, quizás Xavier Agullo o García Santos pudieran contar desde fuera de la cocina y con acierto the real thing, esa forma de vida, esa manera de pensar, ese decirse a uno mismo: lo hago porque quiero, lo vivo porque quiero y que les jodan si no me comprenden. Los que así lo vivimos, en todo o en parte, antes o después, fuimos fans verdaderos, fanáticos de ese fenómeno al que tanto hemos amado. Hoy solo quedan foodies, es decir, groupies de lo gastró dispuestos a acostarse con el menos tatuado de la cocinería.

Cierto es también que algunos de los que fuimos true lovers y escribimos sobre ellos, pretendimos y creímos volvernos amigos de las estrellas, pero eso no resulta posible. Si quieres ser cronista del apetito prodigioso has de ser muy honrado y saber que no te pagarán, sino que te costará una pasta gansa aunque algunos te inviten a comer de vez en cuando. La amistad es el buen vino con el que te emborrachas para creerte uno de ellos y sentirte muy coolinario, pero sabes que no es así. Solo siendo inclemente e inmisericorde se puede alcanzar esa amistad, pero ¿qué estrella quiere oír sus miserias e inclemencias?

Al convertirse, pues, toda aquella excitación en una mera fórmula por las manazas de la industria gastrográfica y los monopolios gastromediáticos, al aflorar los problemas económicos tras el derroche y el descuido, al convertir esos poderes también en estrellas a los DJ's de las pistas gastrós, al entrar en liza los grandes y medianos grupos y marcas de la cocina fácil y rápida, al cambiar y pasar a otros estilos de dar de comer más actuales y ágiles, al aparecer en escena tanto espantapájaros coquinario, al irrumpir con tanta fuerza una tecnología facilitadora de la impostura, al asumir la juventud otras pautas de consumo, al escasear la aparición de nuevas estrellas, al ser arduo vender, al surgir la moda de tanto espectáculo huérfano de buena comida, al volver al querer “ver y ser visto” socialmente, aunque por Instagram fuere… Ante todo este aluvión y el choque con la realidad que conlleva, se nos antoja que el real espíritu del Cook&Roll se ha perdido, y con él, el del noble y delicado oficio de maestro cocinero. Pero ¡cuidado!, digo que es ese espíritu el que ha muerto, pero no la industria de la gastronomía, no, esa acaba de nacer y crecerá fuerte y financieramente sana sobre el caudal relicto que el difunto amasó en vida.

La pandemia no es sino la confirmación de la derrota del Cook&Roll frente a la cultura consumista del neocapitalismo y su sistema matador de todo lo bello.

Posiblemente, seguro, que el propio sistema que sostendrá a las reinas y reyes de lo irreal, lo impostado, lo recopiado y lo falso, abrevará a rebeldillos sin causa y se auto dotará de zonas de semi-disconfor, subculturas gastrós y fórmulas alternativas con las que completar el gran fake sucesorio para que no lo parezca, pero no serán otra cosa que más de lo mismo dentro de la vulgar molienda dominante. The Great Cook ‘n’ Roll Swindle matará toda inocencia.

¿Devendrá entonces el ocaso de los dioses? No. Pasarán a ser mitos. Los grandes cocineros supérstites seguirán y su personal identidad devendrá en idolatría. Los productores de cultura gastronómica mirarán al pasado aún reciente para mostrarlos, saldrán más aún en la tele, seguirán copando las redes y los videos, las marcas pagarán por su promo y presencia y su gran mérito y esfuerzo no quedará en vano. Ellos han cogido ya el camino de vuelta a sus restaurantes que son sus casas, a lo suyo y con los suyos. Se han ido bajando del autobús de la gira y también de la parra, la farra y la fiesta. Están dejando de vivir en la carretera aunque estarán on the road again, no por la popularidad que ahora les apesta, ni por su ya lejana actitud valiente y su originaria forma de vivir y afrontar la gastronomía libérrimamente, no, nada de eso se cocinará ya. Lo harán por dinero y punto, conservando, eso sí, sin duda, su credibilidad y autenticidad, sanos y salvos, desenganchados de la cocinaína, la droga de los cocineros apasionados, porque, ellos, los viejos cookineros, nunca mueren.

Yo, por mi parte, a la primera oportunidad, al primer síntoma de tristeza, para superar el mono o simplemente por brindar por los viejos tiempos, iré a visitar a mis ídolos-amigos, a los padres de la criatura y a sus hijos legítimos pero no a los bastardos. Ni tampoco a sus nietos, porque estoy ya muy viejo para el Cook&Roll, aunque sea muy joven para morir. It´s only Cook&Roll but I like it!

* Con una pequeña ayuda de mis amigos Cameron Crowe y su película "Almost famous", Julian Temple, Alain Moore, Pablo Gil y Jethro Tull.