Ellas cocinan, ellos saborean

Artículo de Gemma Bargues
Mientras en las cocinas de casa y en la masa de las croquetas la mujer es la estrella, en la alta cocina esa estrella se vuelve masculina. Porque sí, la de la gastronomía sigue siendo una historia de hombres.
Por Gemma Bargues
15 de mayo de 2020

Lo confieso: soy fan absoluta de todo programa sobre gastronomía que se precie. Y en estos días de confinamiento en los que Netflix ha dado para mucho, he aprovechado para ver y requetever gran parte de sus contenidos sobre cocina, buen comer y buen beber.

Muchos muy buenos en los que se descubren historias de superación, éxito y fracaso de reconocidos chefs internacionales, así como otros sobre el origen, el uso y el desuso de infinidad de platos e ingredientes venidos de todas partes del planeta; y otros, muchos otros.

El tema viene, y he aquí el meollo de la cuestión, cuando el otro día empecé a ver Nadiya's Time to Eat, una serie donde Nadiya Hussain (autora, chef y ganadora de "The Great British Bake Off") ofrece trucos, ingredientes y platos rápidos ideales para las familias con prisa de hoy en día.

Y digo empecé, porque mi paciencia alcanzó solo a ver un par de episodios. No más. Solo esos dos bastaron para que me parase a pensar -más allá de lo que cada cual opine sobre este programa- en cómo todavía hoy existe un ferviente y aplastante machismo en el mundo de los fogones.

"Gracias a estos trucos, ya no me siento culpable por no pasar más tiempo en la cocina", "ahora puedo dedicar más tiempo a cuidar de mi hogar y de mis hijos", "éste es el desayuno que preparo a mis hijos cada día", son algunas de las frases con las que Nadiya arranca el primer episodio. Palabras con las que ni yo, ni seguramente muchas otras mujeres casadas, solteras, madres o no madres, nos sentimos identificadas. Ni de lejos.

En la última frase, por cierto, abro paréntesis: ese desayuno ideal que Nadiya recomendaba para cualquier niño o niña contenía más cantidad de azúcar y grasas saturadas de la que cualquier nutricionista en su sano juicio recomendaría para un año entero. Pero la obesidad infantil es otro tema, importantísimo, por cierto. Cierro paréntesis.

Pero Nadiya no tiene la culpa; ella solo fue la chispa que me hizo pensar en la cantidad de micro machismos que cada día entran en nuestro subconsciente, sin darnos cuenta, y se normalizan. Pero sobre todo, pensar en cómo todavía hoy la de la gastronomía sigue siendo una historia de hombres.

Y hay muchas situaciones que lo demuestran: cuando recurrimos al recetario tradicional, son ellas, nuestras madres y abuelas las que nos inspiran; cuando hablamos de esas recetas que miman, que emocionan y que reconfortan el alma, son ellas las que nos las enseñaron; cuando un plato es refinado, elegante y delicado, seguramente lo ha hecho una mujer; cuando te aventuras con tus primeras croquetas, es a tu madre a quien llamas y no a tu padre; cuando en tu niñez llegabas a casa y gritabas "¡¿qué hay para comer?!" era a tu madre a quien lanzabas la pregunta y no a tu padre; y así un largo etcétera de micro machismos que todavía hoy siguen anclados en nuestra sesera. Insisto, tanto en la sesera de hombres como de mujeres, sin maldad y de forma inconsciente.

¿Qué ocurre? Lo que a mí me parece que ocurre es que existe una dualidad de género gastronómico brutal, que deja claro que mientras son ellas las que cocinan, son ellos los que saborean. Y ojo, no me malinterpretes, no se trata de negar el reconocimiento de los cientos de chefs hombres que bien merecido se lo tienen; se trata de ser conscientes de lo que, por ejemplo, refleja la todavía escasa presencia de la mujer frente al hombre en el mundo de la (alta) cocina.

Una dualidad que demuestra que en los hogares, en las cocinas de casa y en la masa de las croquetas, la mujer es la estrella. Sin embargo, cuando damos el salto a la alta cocina, esa estrella se vuelve masculina. Esto es así, y esto es lo que Nadiya y sus consejitos del día han puesto sobre nuestras narices.

Solo pido que seamos conscientes de esta doble realidad y que, feminismo en mano, aboguemos por un sector donde tanto el hombre como la mujer obtengan el mismo reconocimiento (y ya no hablo de fama ni de estrellas), y donde la diferencia de oportunidades y de género no exista.

Porque lo realmente valioso de un plato es, simple y llanamente, que esté bueno, que te emocione y que te haga feliz. Y esto, a mi juicio, no es cosa ni de hombres ni de mujeres. Es cosa de nuestro paladar, que muy inteligente él, no entiende de sexos.